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"Anoche soñé que estaba en la isla de Bali. Bueno, el lugar era mucho mejor que lo que puedo imaginar que es la isla de Bali. Además, iba en compañía de mi amigo Pepillo Cantón, que lleva muerto más de diez años, el pobre. Al final de muchas aventuras, unos monos parlantes nos presentaron a unas bailarinas con las que compartimos, Pepillo y yo, una sabrosísima tortilla de patata".
Es este, o alguno semejante, el argumento favorito de Julián de Capadocia para contrarrestar los ataques de cuantos lo acusan de desinterés por cuanto acontece fuera de su limitada existencia.
"En absoluto soy un inmovilista" —se defiende frente a Esmeralda o su hija, que no dejan de rogarle que las acompañe en algún viaje—. "Lo que ocurre, es que mi medio de transporte es mi cama. He aprendido a dominar la técnica de los sueños lúcidos, e incluso he conseguido sustancias narcóticas por medio de Pascual, que los facilitan y los hacen más prolongados".
Y no solo dice eso, sino que, como nos confiesa Esmeralda, Julián de Capadocia cumple con la férrea rutina diaria de anotar sus sueños para hacerlos más duraderos en la memoria, una actividad que lo ha llevado a acumular bajo su cama, cientos de cuadernos escolares repletos de sus redacciones oníricas.
—Un día de la semana pasada, soñé que acompañaba a Sherlock Holmes en una de sus pesquisas, la que nos llevó a la Atenas de Pericles, por lo que tuve la oportunidad de entrevistarme con el mismísimo Sócrates, sujeto del que, curiosamente, me sorprendió su intensísimo olor a ajo y a sudor rancio.
—¡Pero nada de eso es cierto! Son figuraciones descontroladas de la conciencia, ¡no son la verdad! —le hace ver, algo encrespada, su hija Charito.
—¿La verdad?, ¿y qué es la verdad? —responde Julián, mientras se lava las manos, pues esta charla se desarrolló en el baño—. A mí me resulta más que suficiente, que lo más interesante de mi vida, suceda en los sueños. En el fondo, soy un surrealista.
—¿Surrealista? ¡Tú lo que estás es atortugado, papá!
Cada vez que Zaratustra, el perrazo negro de Julián, escucha la palabra "atortugado", emite un ladrido profundo, amenazador. Y es que a Zaratustra, le caen mal las tortugas.
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1 comentario:
Pues nada a seguir con esas notas y ánimo para que nos depara la biografía de Julián de Capadocia. Seguro que resultara una lectura muy interesante conocer su vida completa.
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