miércoles, enero 27, 2010

Pieza de Puzzle nº 3/1.000


La señora de la izquierda es Rosalía de Castro, la célebre poetisa natural de Santiago de Compostela y figura central del Rexurdimento de la literatura gallega. Autora tanto en su lengua vernácula como en castellano, de la delicada lira que supo pulsar surgieron muchas de las mejores páginas del tardorromanticismo español.

A la derecha, en cambio, nos topamos con la efigie de Antonia Hernández Peralta, conocida en el mundo artístico como Perlita de Huelva, intérprete de flamenco y de canción aflamencada que disfrutó de un tan intenso como fugaz éxito cuando su hit zarrapastroso Amigo conductor se encaramó en la cúspide de los discos más radiados.

Pero lo que de verdad importa es el descubrimiento del punto que las une, el que también las convierte en pieza imprescindible del puzzle universal:

Ambas mujeres estaban casadas con sendos enanos.

lunes, enero 25, 2010

Pieza de Puzzle nº 2/1.000

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El caballero de la izquierda es nada más y nada menos que Emilio Zola, el célebre escritor francés, padre del naturalismo y autor de novelas tan famosas como Germinal, Naná o La bestia humana. Su apasionada defensa del militar judío Dreyfus en el caso homónimo de antisemitismo, brotó de su pluma con el título de Yo acuso, pieza fundamental en la historia del periodismo de opinión.

Por el contrario, el señor de la derecha es Emilio Jiménez Gallego, más conocido como Emilio el Moro, cantante y caricato melillense que cobró fama en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo como compositor e intérprete de parodias y contador de chistes. Fuera del ámbito humorístico, poseía una buena voz para el flamenco y el tango y notable destreza para la guitarra.

Excepción hecha de ser tocayos al llamarse los dos Emilio, un punto en común insospechado los convierte en otra pieza importante del puzzle universal. Y es que ambos murieron asfixiados, el uno por la mala combustión de una estufa y el otro por los gases emanados de su propio colchón incendiado por un cigarrillo.
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miércoles, enero 20, 2010

Pieza de Puzzle nº 1/1.000


La señorita de la izquierda era la hermana pequeña de Franz Kafka, una muchacha por la que el célebre escritor sintió profundo cariño y a la que hizo aparecer en varias de sus obras. 19 años después de la muerte de su hermano, el 7 de octubre de 1943, fue gaseada en el campo de exterminio de Auschwitz.

La señorita de la derecha, en cambio, era una lasciva folclórica de medio pelo que gozó de cierta fama a mediados de los 70 y que respondía al nombre artístico de Rosa Morena. No cantaba un pimiento ni falta que hacía porque dominaba algunos trucos para mantener al público masculino de la época atento a la pantalla y con un martillo entre las piernas.

Sorpresivamente, ambas mujeres tenían un punto en común más allá del espacio y el tiempo que las convierte en piezas coincidentes del puzzle universal.

Las dos se llamaban Otilia.

Otilie (Otti) Kafka la una; Otilia Pulgarín, la otra.
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lunes, enero 18, 2010

Placeres Mundanos

Posee cierta enjundia literaria este comistrajo, pues tiene su origen en la novela “Quinteto de Buenos Aires”, de la serie del detective Carvalho, de Vázquez Montalbán. En una pasaje conversacional de la misma, se hace referencia a la receta argentina de los Niños envueltos y a la similar Farcellets de col catalana. Si a ellas unimos, las también parecidas, Wirsingrouladen y Krautwickel alemanas, la síntesis de todo ello junto con la particular fantasía de éste vuestro chef que tanto os quiere, da como resultado estos “Envueltos de wirsinkraut a la farcellet” o lo que es lo mismo y para resumir, estos rollitos de col que por ser de mediano tamaño podemos bautizar como:

Rollazos de repollo

La base de este papeo es sencilla, se trata de rellenar hojas de col de un picadillo, cocerlas, hornearlas y servirlas con una salsa. El proceso es tal el que sigue:


—Preparamos una masa compuesta de carne picada de ternera y cerdo, una salchicha fresca, cebolla, puerro, ajo y perejil. Salpimentamos. (Fig. 1)
—Se escaldan las hojas de col durante 1 minuto. Hacemos porciones de la pasta en forma de croqueta y las envolvemos en las hojas (Fig. 2) Nos ayudamos de palillos de dientes para que no se abran al cocerlas.
—Las ponemos a cocer en una olla cubiertas de caldo de carne durante 45 minutos a fuego bajo (Fig. 3)
—Una vez cocidas las disponemos sobre papel absorbente y las colocamos en una fuente de horno. En el horno estarán 15 minutos a 210 grados aprox. (Fig. 4)

Para la salsa de tomate:
—Sofreímos pimiento verde, pimiento morrón, cebolla, cebolleta y zanahoria (Fig. 5)
—Añadimos tomate natural triturado. Salpimentamos y añadimos unas pulgaradas de azúcar. Ponemos una hoja de laurel en el mejunje. Para que la salsa salga como tiene que salir hay que invertir 1 hora mínimo (Fig. 6)
—Pasamos todo por la batidora (menos la hoja de laurel, señora.)

El resultado final de todo el proceso es éste, o sea, hartarse de trabajar para luego comerte el resultado en cinco minutos e incluso menos. Qué mierda.


viernes, enero 15, 2010

Maravillas del Mundo, 6


"Ventajas colaterales"


Nada podía sospechar el matrimonio formado por Rosasharn Martínez y Lorenzo Kauffmann (vecinos y naturales de Zhiouang Lisboa) que por los 1.375 neokópecs que costaron las rodilleras adquiridas en una venta por catálogo, su vida conyugal mejoraría tan notablemente.

Desde luego, y en un principio, las rodilleras, a semejanza de la ilustración que acompañaba a la publicidad, las utilizó la señora Martínez para aliviar las fatigas que suponía el cuidado diario de un huerto de subsistencia organizado en la terraza de su apartamento. Eran los tiempos difíciles de la Gran Carestía de 2074, por lo que el cultivo casero de cebollas, pimientos y repollos supuso una ayuda considerable a la escasez de alimentos, pero a la vez, un arduo y constante esfuerzo. Paliar sus molestias fue lo que llevó al señor Kauffmann a solicitar las rodilleras como regalo para su esposa.

Sin duda, y así lo consideró la señora Martínez, las bondades del producto se ajustaban a lo anunciado. Arrodillarse con estas protecciones colocadas debidamente era lo mismo que hacerlo sobre un colchón de plumas, por lo que si antes de su compra, diez minutos de trabajo hortícola eran suficientes como para dolerse de las rótulas, haciendo uso de las rodilleras podían transcurrir horas de plena comodidad y confort.

Fue así que una tarde, tras regresar de su turno en el Matadero 5, el señor Kauffmann, con una copa de brandy en la mano, se interesó por lo que en ese momento ocupaba a su señora, que no era otro trabajo que limpiar de malas hierbas su pequeño recuadro de cebollas. El caso es que fuera por la conveniente situación del hombre, la idónea posición de la mujer, su contento por las ventajas de las rodilleras y que el señor Kauffmann, picarón, hiciera una rima fácil con el vocablo ‘cebolla’, se dio inicio a una actividad que incluso momentos después fue trasladada al tálamo. A resultas de ello y tras descubrir insospechadas posibilidades, la vida conyugal del matrimonio se enriqueció hasta alcanzar niveles de ‘luna de miel’. Meses más tarde, el señor Kauffmann, invirtió algunos ahorros en la compra de unas nuevas rodilleras. Y es que las primeras, habían acabado destrozadas.

miércoles, enero 13, 2010

Boligrafía 3


Una de las ventajas de la boligrafía es que admite variantes. En efecto, la boligrafía puede surgir tanto en mitad de una charla telefónica —con independencia de que el aparato desde el que hablamos sea fijo o móvil— como durante una reunión de Comunidad de Vecinos, especialmente en las traseras de las páginas que componen el Orden del Día y en el momento en que los cargos electos discuten, vociferan o, con sencillez, parlotean de sus cosas. (Si como decía Sartre*, el infierno son los demás, si éstos son vecinos, el tormento se multiplica por siete.)

Pero también hay boligrafías que nacen a la vez que la escritura, en una de esas pausas en que la mano que escribe se toma un recreo, un Kit-Kat, y sale al patio del margen y con su autonomía acostumbrada gesta y crea un símbolo, un signo tipográfico, un arabesco o como, en este caso, un personaje que lleva el añadido de poseer el don del habla. “Lo siento, Johnny”, dice este sujeto que lo mismo puede ser un mendigo de los años de la Gran Depresión que un cowboy finisecular. Lo importante, en suma, es que parece sinceramente atribulado, que su pesar hacia lo que haya podido ocurrirle a Johnny no es un mero formulismo, sino que su gesto denota la honradez de unos buenos sentimientos. Johnny ha debido apreciarlo como amigo.

*¿Era Sartre o era Eluard? Bah, qué más da un charlatán que otro.





lunes, enero 11, 2010

Damero Mardito, nº 9

Conchita Montes, la actriz que fuera compañera sentimental de Edgar Neville, el orondo autor y director de cine (de quien, gracias al Abuelito del Desván, revisioné el pasado sábado su magnífico filme Domingo de carnaval) colaboró en la revista humorística La Codorniz con la creación de un pasatiempo de singular calidad: el Damero Maldito. Años después, esta colaboración la prolongaría en el suplemento dominical del diario El País.

A imitación de ella, llevo algún tiempo realizando para la página de literatura Vecind(i)ario, un damero mensual que llamo Damero Mardito y que en la presente ocasión alcanza el número 9 de la serie. Los aficionados/as a esta manera de perder el tiempo, pueden conseguirlo aquí (y de camino echarle un vistazo a la enjundiosa página):

Como deferencia a los/as seguidores de este blog, anuncio suculento premio para el primero de ellos que sepa resolverlo.

viernes, enero 08, 2010

El beso



Leí la noticia mientras desayunaba en un bar de la calle Canalejas y de esto hace mucho tiempo. Creo recordar que sucedió en Alicante.

En el periódico se llamaba, por ejemplo, A.M.L. y digamos que tenía dieciocho años. Seguramente era feúcha, o al menos tendría un rostro vulgar. Una de esas caras donde ningún elemento llama la atención, anodina. Pero ella se consideraba de un feo insoportable.

En el colegio pudo ser feliz. Dejó de serlo en el momento en que sus compañeras empezaron a interesarse por los chicos. Tal vez bastaron un par de bromas, algún comentario para que A.M.L. decidiera esconder en casa su fealdad. Colgó el teléfono a sus amigas y a partir de entonces contempló a los muchachos sin acercarse.

Un año fracasó el psicólogo y otro año fallecieron sus padres. Se fue a vivir con la hermana mayor y en su clausura se ocupó de sus pequeños sobrinos.

Deseó a los muchachos que se cruzaban cuando bajaba a la panadería. Hubiera regalado su amor a cualquiera de ellos. Se agudizó el tormento de los espejos. Volvió a fracasar el psicólogo ante la imposibilidad de A.M.L. por eludir los vidrios, los cristales, las superficies brillantes que devolvían su imagen. Luego prescindió del ascensor que multiplicaba su rostro y luego prescindió de las escaleras que la llevaban a la calle con escaparates. Era invierno y no bajó más.

A partir de entonces vivió una vida de ventanas, revistas y televisor. Se enamoró de varios actores y los acarició deslizando sus dedos por la pantalla. Después, bajo el tibio sol de marzo pasearon los muchachos como hojas nuevas de verde tierno. Intocables, alejados, sonrientes.

Digamos, eso, que A.M.L. tenía dieciocho años cuando saltó por el balcón.

Por una vez fue como las demás porque el suicidio iguala a todos. En ese momento A.M.L. no era una muchacha fea, era una muchacha destrozada en la acera. Por eso, aferrándose a la muerte, se abrazó con sus pocas fuerzas al chico que llegó a socorrerla. Le pidió un beso, un sólo beso en los labios.

Dos segundos antes de morir, cuando el charco de sangre se extendía bajo la nuca, el muchacho accedió a su deseo.

©Sap.
es.humanidades.literatura

miércoles, enero 06, 2010

Día de Reyes



La soledad del abuelete —nueva rosa de sanatorio valleinclanesca— queda mitigada en un día tan señalado por la inesperada visita de su bisnieto Jonathan.

Acompañan al pequeño tres fabulosos Magos de Oriente, Magos de la fantasía y de la ilusión, Magos cumplidores de los anhelos que albergan los corazones limpios de los hombres y las mujeres, pero al que el incógnito impide descubrir, entre ellos, a uno de sus yernos, a Nico, Nicolás Sierra Soubirón, hombre atildado que en cuanto se levanta por las mañanas se pone una corbatita. No puede vivir sin su corbatita el muy granuja.

Contemplando el conjunto donde el punto focal es el abuelete desahuciado, ¿quién puede dudar ahora que la muerte es tanto más dulce cuando así llega?

sábado, enero 02, 2010

Paraguas tristes


En estos días de incesante temporal aproveché la (hasta hace poco inimaginable) ventaja de llevar en el bolsillo un móvil que hace fotos, para registrar la imagen de todo paraguas destrozado por la lluvia y abandonado en la calle por su dueño que me saliera al paso. Hasta el momento he conseguido capturar más de veinte. ¡Gracias, tiendas de chinos!

Con ellas pensaba ilustrar alguna entrada dedicada a Paul Auster, escritor para el que el paraguas desvarillado, desentelado, es un símbolo recurrente en toda su narrativa.

Mas para mi sorpresa, y de manera indirecta a través del blog de MJ, compruebo que esto de los paraguas abandonados es ya hasta un subgénero fotográfico al que llaman "Sad umbrellas", paraguas tristes de los que aquí hay una buena muestra: http://www.flickr.com/groups/sad_umbrellas/

Sin pretenderlo, ya formo parte de esta hermandad de la desolación que acoge al paraguas roto como la más amarga metáfora de la que se tiene noticia.