jueves, septiembre 28, 2023

El Barrera

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No sé qué extraña asociación de ideas me ha llevado esta mañana a recordar al Barrera, un compañero del malvado colegio. No estoy seguro de que se apellidara Barrera; lo mismo era Barea, Borrero o algo así. Pero a esta duda le siguen varias certezas. La primera es que el Barrera (seguiré llamándolo así) era un chaval simpático, espabilado y que no se juntaba con los golfos de la clase. Si alguien le preguntaba, Barrera, ¿tú de equipo eres?, no decía del Betis o del Sevilla, sino muy ufanamente, Yo soy del Rapid de Viena. Y es que el padre del Barrera se había ido a trabajar a Austria y de allí le trajo una camiseta de tal equipo de fútbol. También ocurrió una vez que el Barrera se presentó en el colegio con uno de esos pantalones cortos tiroleses de cuero y con peto.

El Barrera tenía los ojos saltones y la nariz torcida. Tenía cara de niño de película de Fellini o, como poco, neorrealista. He descubierto que el chaval que hacía de hijo de Totò en el film "Policías y ladrones" (Guardie e ladri, Mario Monicelli, 1951) era igualito al recuerdo que tengo del Barrera. Aquí está la prueba que no me dejará mentir:



Pues además de todo esto, lo que recuerdo a la perfección es el chiste que en una ocasión me contó el Barrera en el recreo (ojo, éramos niños de 4º de Primaria, debíamos tener 10 u 11 años). El chiste era éste:

Un matrimonio tiene dos hijos gemelos, uno de los cuales es mudo. El padre lee un día en el periódico que hay un médico en Estados Unidos que opera a los mudos y los hace hablar. Se lo cuenta a su mujer y deciden gastarse los ahorros para ir a Estados Unidos y operar al niño; pero como no tienen mucho dinero deciden también que sea la mujer quien se vaya con el niño a Estados Unidos. Total, que la madre y el niño mudo cogen el avión y cuando llegan a Estados Unidos, la mujer llama por teléfono al marido en España: 

—¡Paco, Paco!, dice la mujer.
—¿Qué pasa, qué pasa, Pepa?, dice el marido.
—Po que al bajarnos del avión en Estados Unidos se le ha caído al niño una maleta en la cabeza y ha dicho "¡coño!", dice la mujer.
—¿Coño?, ¿que el niño ha dicho coño? ¡Coño el tuyo, h.d.p., que te has llevado al que habla y me has dejado aquí al mudo!

(Aquí deberían venir unas caritativas risas, por favor).

Éramos, como dije, dos compañeros del atroz colegio con 10 u 11 años. ¿Qué habrá sido del Barrera?, ¿cómo lo habrá tratado la vida?, ¿habrá muerto?, ¿se acordará del chiste aquél que una vez me contó?, ¿leerá este textito? Qué gusto me daría encontrarme con él para darle un abrazo.
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