jueves, noviembre 30, 2023

Vidas Ejemplares, 01

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VIDAS EJEMPLARES, 01

Es un hombre que comienza su día a las siete de la mañana. Tras sus evacuaciones e higienes amenizadas por un noticiario radiofónico, hace la cama, se viste con prendas cómodas, muy usadas, sale a la calle y emprende una caminata de una hora u hora y media a paso rapidísimo. Tras el recorrido, desayuna siempre lo mismo, salvo los viernes, en la terraza de un bar: café solo y media tostada con aceite. También toma alguna pastilla.

Tras comprar pan, vuelve a casa, se pone unas zapatillas, conecta la radio en un punto del dial que emite, intercalada, música clásica y jazz. Va a la cocina y toma otra pastilla con otro trago de agua. Consulta y responde algún mensaje del móvil. Luego, regresa a la pequeña sala, enciende el ordenador y cuando obtiene conexión a internet se sienta frente al monitor y despacha el correo y toma la lección diaria del curso que le ocupe, electrónica, física, arte, filosofía. También escribe ceremoniosamente en su cuaderno.

Tras ello, deja en stand-by el pc, apaga la radio, enciende la gran pantalla del televisor, toma asiento en su sillón orejero y se dispone a ver la primera de las dos películas de la mañana. El silencio es completo. Las únicas palabras que ha dicho hasta ese momento han sido "Buenos días, Marga", dirigidas a la camarera que le sirvió el desayuno. También consulta el móvil antes de que comience la proyección y lo pone en modo avión.

Al acabar la segunda película, busca entre los canales el telediario del que es habitual y va poniendo la mesa. Unos cubiertos, una servilleta de papel, un vaso, una pequeña pieza de pan. La comida la encarga en "La Rossi 44" donde le preparan en túpers platos para toda la semana, salvo sábados y domingos. Es comida casera, muy buena. Comida sabrosa que acompaña de vino o cerveza, según. Mastica lentamente y apenas aparta la vista del informativo. También, en ocasiones, se ríe sordamente con alguna noticia.

Recoge la mesa, coloca los cubiertos y platos en el lavavajillas y marcha a su dormitorio, donde se tumba en la cama acompañado del libro que esté leyendo. Lee durante media hora y duerme otra hora de siesta. A veces, cuando despierta, se hace una paja, y se lava la cara y sale de nuevo a caminar a paso ligero. Esta caminata vespertina la hace tres días por semana. Cuando regresa a casa, ve otra película o un capítulo suelto de la serie que siga, depende si salió a la calle o no. Luego escribe otros renglones en su cuaderno. También puede consultar algo entre sus libros.  

Aclaremos que dos días a la semana y aprovechando sus horas de caminar, la empresa de limpiezas domésticas Maylo, S.L., le arregla y ordena su apartamento diminuto, pero lava su poca ropa en la lavandería automática que hay debajo de su edificio y lee durante el proceso. También lava a mano alguna prenda en el bidé.

Tras la cena ligerísima escuchando la radio, ve otra película u otros capítulos y se enreda un rato en el ordenador. Rebasada de largo la medianoche y tras la nueva labor higiénica, se pone el pijama y unos auriculares, se mete en la cama y se queda dormido a los pocos minutos escuchando algún canal de podcast que le interesa. También lee un poco si se desvela de madrugada.

Un fin de semana de cada tres, viernes desde mediodía, sábado y domingo, lo comparte con su amiga Magdalena. Hacen compras, comen fuera, van al cine, ven series, pernoctan a veces. Un fin de semana de cada cuatro meses organizan un viaje a alguna localidad costera no muy lejana. Hacen compras, comen fuera, van al cine, ven series, pernoctan. También hablan, pero no mucho.

Por todo ello, nuestro equipo ha decidido conceder a este hombre que, por cierto, se llama Alfredo G., el Premio Anual de la Felicidad Terrena 2023. Desde aquí queremos transmitirle nuestra enhorabuena y hacerle entrega de la correspondiente placa honorífica que le llegará a través del correo postal. También un talón bancario por valor de 100 euros.

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domingo, noviembre 26, 2023

Memorándum sobre los beneficios que reportaría a la ciudadanía organizar una nueva Guerra Civil en España

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Memorándum sobre los beneficios de organizar una nueva Guerra Civil en España

¿No sería magnífico aprovechar el actual ambiente multi-encabronado que se ha apoderado del país para organizar una nueva Guerra Civil? Las ventajas son obvias, entre ellas y principal, que una guerra ahora conseguiría hacer olvidar, a la nuestra y a las generaciones venideras, la Guerra Civil del 36 con un efecto tan inmediato (y beneficioso) como el gol de Iniesta a Países Bajos en Sudáfrica, que arrojó al cubo de la basura de la memoria al coñacísimo gol de Marcelino a la URSS en el 64.

¡Venga, empecemos esa guerra cuanto antes!

VENTAJAS de una nueva Guerra Civil en España

-- Se eliminaría a mucha gente pelmaza.
-- Se podrían escribir muchos libros y rodar muchas películas sobre la nueva guerra.
-- El trabajo de reconstrucción lograría el pleno empleo.
-- Nos dejaríamos de tantas tonterías como ahora nos llaman la atención.
-- La Navidad volvería a ser entrañable.
-- Surgirían gran cantidad de bellas historias de amor.
-- La población adelgazaría y bajarían los índices de colesterol.
-- Valoraríamos las pequeñas cosas de la vida.
-- Se promovería la investigación científico-técnica.
-- Se agudizaría el ingenio.
-- Descubriríamos los sabores de perros, gatos, ratas, palomas urbanas, etc.
-- Los niños vivirían felices sin control y entre escombros.
-- El estado de apocalipsis facilitaría las relaciones sexuales y el poliamor.
-- La subida del número de suicidios sacaría a bolsa la industria de las sogas y cuerdas.
-- No participaríamos en Eurovisión, al menos durante unos añitos.
-- Descubriríamos al monstruo, al cobarde, al héroe que llevamos dentro.
-- Tendríamos vía libre para liquidar vecinos. 
-- Habría pocos problemas de aparcamiento.
-- Etc

¡Ah, vaya!, parece que he olvidado una ventaja muy importante:

El rescate que se produciría de antiguos oficios tras el enfrentamiento; me refiero a esas labores callejeras tan comunes en mi bario durante el periodo, digamos, entre 1965-1972; o sea, la de los paragüeros, lañadores de ollas y cacerolas, afiladores con su pito, reparadores de sillas de enea con su alto cono a la espalda, cristaleros de apestosa masilla, el tío que vendía loza que cargaba en los serones de un burro, el del carrito de los helados-mantecados, el ditero de colchas al hombro y libretón con palometas, la señora que cogía puntos a las medias bajo un flexo en las mercerías, el trapero que recogía periódicos viejos y botellas, el técnico que reparaba televisores a domicilio, etc.

En resumen, volveríamos a esa vida sostenible que tanto pretendemos (de boquilla) ahora y que, en poco tiempo, haría que lo del cambio climático pasara a ser un mal recuerdo. ¡La paz lleva al progreso y el progreso, ya lo hemos comprobado, a la debacle ecológica y por ende, a nuestra aniquilación! Por lo tanto... ¡A la guerra, a la guerra, queridos amigos! ¡Tomemos ahora el fusil para rescatar luego el venerable arado romano! ¡A la guerra por el bien de la Humanidad! 

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jueves, septiembre 28, 2023

El Barrera

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No sé qué extraña asociación de ideas me ha llevado esta mañana a recordar al Barrera, un compañero del malvado colegio. No estoy seguro de que se apellidara Barrera; lo mismo era Barea, Borrero o algo así. Pero a esta duda le siguen varias certezas. La primera es que el Barrera (seguiré llamándolo así) era un chaval simpático, espabilado y que no se juntaba con los golfos de la clase. Si alguien le preguntaba, Barrera, ¿tú de equipo eres?, no decía del Betis o del Sevilla, sino muy ufanamente, Yo soy del Rapid de Viena. Y es que el padre del Barrera se había ido a trabajar a Austria y de allí le trajo una camiseta de tal equipo de fútbol. También ocurrió una vez que el Barrera se presentó en el colegio con uno de esos pantalones cortos tiroleses de cuero y con peto.

El Barrera tenía los ojos saltones y la nariz torcida. Tenía cara de niño de película de Fellini o, como poco, neorrealista. He descubierto que el chaval que hacía de hijo de Totò en el film "Policías y ladrones" (Guardie e ladri, Mario Monicelli, 1951) era igualito al recuerdo que tengo del Barrera. Aquí está la prueba que no me dejará mentir:



Pues además de todo esto, lo que recuerdo a la perfección es el chiste que en una ocasión me contó el Barrera en el recreo (ojo, éramos niños de 4º de Primaria, debíamos tener 10 u 11 años). El chiste era éste:

Un matrimonio tiene dos hijos gemelos, uno de los cuales es mudo. El padre lee un día en el periódico que hay un médico en Estados Unidos que opera a los mudos y los hace hablar. Se lo cuenta a su mujer y deciden gastarse los ahorros para ir a Estados Unidos y operar al niño; pero como no tienen mucho dinero deciden también que sea la mujer quien se vaya con el niño a Estados Unidos. Total, que la madre y el niño mudo cogen el avión y cuando llegan a Estados Unidos, la mujer llama por teléfono al marido en España: 

—¡Paco, Paco!, dice la mujer.
—¿Qué pasa, qué pasa, Pepa?, dice el marido.
—Po que al bajarnos del avión en Estados Unidos se le ha caído al niño una maleta en la cabeza y ha dicho "¡coño!", dice la mujer.
—¿Coño?, ¿que el niño ha dicho coño? ¡Coño el tuyo, h.d.p., que te has llevado al que habla y me has dejado aquí al mudo!

(Aquí deberían venir unas caritativas risas, por favor).

Éramos, como dije, dos compañeros del atroz colegio con 10 u 11 años. ¿Qué habrá sido del Barrera?, ¿cómo lo habrá tratado la vida?, ¿habrá muerto?, ¿se acordará del chiste aquél que una vez me contó?, ¿leerá este textito? Qué gusto me daría encontrarme con él para darle un abrazo.
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domingo, agosto 27, 2023

El niño poeta

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Me ha costado dos días de introspección memorialística dar con la clave que inició el proceso; pero finalmente lo he conseguido. Es esta:

"Las Hermanas Clavelitos
cantan cuplés muy bonitos"

En efecto, este pareado era el pie de página que acompañaba la ilustración de unas jirafas cantarinas que parecían actuar en un escenario que un público entregado había llenado de flores. Se contenía en uno de mis libros infantiles del que nada más recuerdo. Un libro todo de dibujos con un pareado bajo cada uno de ellos. Allí descubrí la divertida magia de la rima en su más pura sencillez. Tras esta iluminación, me dediqué día y noche a componer pareados con los que martiricé a los miembros de mi familia, en especial al tito Pepe.

— Mira, tito, la poesía que he escrito: "Aquellas montañas / están llenas de cañas". ¿A qué es bonita?
— Sí; muy bonita.
— ¿Y ésta?: "Por las noches / hacen ruido los coches".
— Sí; está muy bien.
— Pues tengo más. Verás otra: "Los elefantes / tienen las orejas muy grandes".
— Bueno, esa no pega mucho.
— Sí, es verdad, no pega bien. Pero otra más...
— ¡Que sea la última, eh!, que va a empezar el telediario.
— Vale: "En el autobús la gente / va de lado y va de frente".
— Venga, sí; muy bien. Lárgate ya, anda.

Supongo que mi producción de pareados llegó a ser inmensa y coñacísima, hasta que viendo los logros alcanzados, me atreví a afrontar un proyecto de mayor dificultad, pues una vez dominada la técnica, ¿qué me impedía escribir una poesía más larga?

No recuerdo tampoco qué me llevó al tema, pero el caso es que decidí componer en versos el proceso del pan, desde que el labrador siembra el trigo hasta que nos venden las barras en la tienda. Me costó un enorme esfuerzo, pero lo logré y me esponjé de satisfacción. Hasta conseguí incluir, como niño repelente que era, una palabra difícil —salvado— que pertenece al único fragmento que de aquella sentida oda guardo en la memoria: "el salvado se abre / la harina comienza a brotar / y se la dan al panadero / para hacer pan".

Entusiasmado con mi obra, la recité a la familia durante la sobremesa de la cena. Hasta bajaron el volumen de la tele. Era una poesía, como digo, de muchos versos y puse en su declamación mi vocecita más conmovedora. Incluso, llegada la parte de "el salvado se abre / la harina comienza a brotar / y se la dan al panadero / para hacer pan", moví los dedos de una manita como si descascarillara un puñado de granos de trigo ("el salvado se abre...") o como si amasara la harina a cámara lenta ("la harina comienza a brotar / y se la dan al panadero..."), deleitándome.

El éxito fue tan completo que cuando concluí mi rapsodia se hizo el silencio. Todos quedaron boquiabiertos, ¡tenían en casa a un niño poeta y lo mismo dejábamos de ser pobres! El primero que habló fue el tito Pepe para decir que aquello era imposible, que les había engañado, que lo que había recitado lo había copiado de algún libro. Aquello, claro está, me enfadó en la misma medida que me halagó (¡ay, qué desvalido se encuentra el hombre frente al halago!, como dijo Kundera). Pero fue mi padre el que sin salir de su asombro, balbuceó estremecido los cuatro célebres versos: "el salvado se abre / la harina comienza a brotar / y se la dan al panadero / para hacer pan", tras lo que decía, "qué bonito, qué bonito lo que ha escrito mi niño"... Sí, qué bonita fue para todos aquella noche mágica que aún llena de luz alguno de mis rincones cerebrales.

Y pobre mi padre, pobre papá, que murió sin llegar a conocer que muchas décadas después, el propio Antonio Muñoz Molina me concedería el alto título de Tercer Poeta Oficial de su blog personal. Seguro que, de saberlo, el dato lo hubiera llenado de emoción. Un beso, papaíto.
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Solomillo

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Existe, casi en el centro geográfico de Egipto, una población llamada Solomillo. No me pregunten por el origen de esta extravagancia toponímica porque no lo sé; el caso es que así aparece en los mapas.

Fue en Solomillo, asistiendo a sus XVII Jornadas Arqueológicas, dedicadas en esa convocatoria al reinado del faraón Hepset III, donde conocí a la que luego fue mi esposa, la profesora de la universidad Central de El Cairo Shamila Abdul Adkhani que, a la sazón, había participado en una ponencia de las citadas jornadas. Lo que me resultó curioso es que ella, natural de Solomillo, tampoco supiera explicarme el porqué de ese nombre.

Shamila era musulmana, aunque su observancia del Islam era de muy mediana intensidad. Entre otras cosas, me confesó que se pirró por el jamón y por el solomillo de cerdo cuando estuvo en Madrid reordenando el templo de Debod. Y digo que Shamila era, pues falleció hace dos años, dejándome desolado y tratando cada minuto de recuperar el recuerdo de nuestras noches en Solomillo, cuando fuimos tan felices bajo las palmeras del oasis, iluminados cuando hacíamos el amor por la luz mágica de la luna creciente.

En realidad, Solomillo no tiene ningún atractivo que ofrecer al visitante, a no ser su pequeño museo de arte egipcio, llenos siempre de moscas sus expositores que no guardan mas que unas pocas piezas sin interés y desportilladas. El laberíntico trazado urbano contiene una mezquita y una diminuta iglesia copta. A pocos kilómetros, el oasis que cité, el Wad-Akham, alivia lo tórrido de los días. Fue allí donde el camellero Mahmut, un hombre sabio, no supo responder a mi pregunta de por qué lo de Solomillo. Se aventuró a hablar de  la ocupación napoleónica del territorio, pero no entendí ni sigo entendiendo qué conexión puede haber entre una cosa y otra.

¿No será lo de Solomillo una deformación? ¿Tendrá algo que ver con el rey Salomón, habitante del cercano reino de los judíos? Salomón, Solomón, Solo-Nilo... ¿Y con Ptolomeo? Ptolomeo, Tolomello, Tolomillo... Ni idea. Tal vez alguno de ustedes pueda lanzar una hipótesis. Le quedaría muy agradecido (mi correo pgili52@gmail.com)
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sábado, agosto 26, 2023

La caña

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Siendo niño, recibí en una ocasión un regalo incongruente: una caña de pescar. El pequeño artefacto era todo de plástico y se componía de dos tubos huecos de color crema por los que discurría un sedal rojo, un mango forrado de tiras igualmente de plástico y una especie de carrete parecido al del esparadrapo con una protuberancia que hacía funciones de manivela. Lo mejor de la caña era sin duda el anzuelo, porque era un anzuelo de verdad. 

Esta caña, que me acompañó en un par de ocasiones durante nuestras dominguerías familiares en una ribera pueblerina, se mostró por completo inoperante. Sentado sobre una piedra del arroyo y cebado el anzuelo con un trozo de pan, me llené de una frustración que crecía por minutos, una frustración que se completaba con los sarcasmos que me dedicaban mis familiares, alrededor todos ellos de la paella, cuando me veían aparecer caña al hombro, con expresión sombría y sin nada en las manos.

Decidí no volver a intentarlo. Fue así que en vez de pescador de peces, me hice pescador de toallas. Y es que, sentado en la taza del wáter mientras efectuaba mis deposiciones, entretenía el momento arrojando al suelo lo más lejos posible la toalla del lavabo, la del bidé y hasta una de baño (nuestro baño familiar era estrecho y muy largo, como un estuche de estilográfica). Entonces, desde mi puesto privilegiado, lanzaba el hilo, el anzuelo se enganchaba en alguna de ellas casi siempre y arrastraba hasta mí la pieza capturada. Conseguidas las tres toallas o las que fueran, el juego daba comienzo de nuevo.

Es cierto que con esa caña de juguete no pesqué ni un maldito pez; pero un rápido cálculo me hace estimar en 824 el número de toallas conseguidas. Me extrañaría muchísimo que haya habido o siga habiendo en el mundo un solo habitante que superara, o al menos igualara, este récord que sigo detentando. ¿Conocéis a alguien?, ¿a que no?

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martes, agosto 22, 2023

El bombazo

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Hola, buenas tardes, señores. Me llamo Uzo Katawaka y soy un hibakusha, un superviviente del bombardeo de Hiroshima, y por lo tanto, una persona rechazada por mis compatriotas, que veían en mí un peligro de contagio, de transmisión de malformaciones además de representar para ellos un recuerdo amargo de nuestra derrota. Sobrevivir me hizo un desgraciado, así que un día decidí abandonar Japón.

Tras muchas peripecias y tribulaciones que serían muy largas de contar, acabé en España, extraño país, donde formé parte del elenco de artistas del Teatro Chino de Manolita Chen. Allí, y gracias a las úlceras, cicatrices y bulbosidades que marcaban mi cuerpo, fui conocido como "Chin-Chong, el monstruo venido de la China".

Salía al escenario tras la actuación de una pareja de humoristas disfrazado de falso chino, con sombrero cónico, largos bigotes y no menos larga coleta. Me desplazaba a todo lo largo del escenario a pasitos cortos, de un lado a otro, moviendo acompasadamente los índices de las manos arriba y abajo mientras sonaba una música de xilófono y platillos. Pasado un rato, me detenía en el centro del escenario y me abría el kimono, me quitaba los pantalones de imitación seda y me exhibía de frente y de espaldas. El grito de horror que emitía entonces el público era indescriptible. Y es que el famoso Hombre Elefante a mi lado, hubiera quedado a la altura de un tabi.

Charla entre Uzo Katawaka y el señor Chen, empresario del Teatro Chino y esposo de Manolita Chen:

Sr. Chen: Yo sel astuto como sol.lo, honolable Uzo. Tlas el susto, el público lesibil a las señolitas vedetes con muchísimo aglado, con un aglado redoblado, ¿me entiende? Y salil del teatlo muy felise tlas la apoteosis de las pluma y las tetita y los culito.

Uzo: Pero tal éxito redundará en mi sueldo semanal, ¿no es cierto?

Sr. Chen: Clalo que sí, honolable amigo. Yo pagal 7000 mil peseta en metálico y 5000 peseta de whisky cada vielnes. Solo Manolita cobla más que usted.

Fue así que, repentinamente, me convertí en la estrella que llenaba el teatro de un público ávido de morbo y sexo y al que apenas interesaban ya los números de Emilio el Moro, los Hermanos Calatrava o Manolo Puentegenil, ídolo de la canción española. Gané mucho, mucho dinero.

Tanto dinero gané que hasta una de las coristas, Pepita, se enamoró de mí y no le importó casarse conmigo cuando abrí la puerta del chalet en Torrevieja que pude adquirir para pasar allí los templados inviernos, que era cuando el Teatro dejaba las giras. Y no solo eso, sino que Pepita (¡qué tipazo tenía entonces mi Pepita!) me hizo padre de Magdalena y de Hiroki, nuestros hijos, la parejita, que nacieron sin haber recibido herencia alguna de mi sometimiento a la radiación nuclear. Eso sí, para mi sorpresa, ambos tenían rasgos chinescos en vez de nipones. Al igual que en nuestra boda, sus padrinos de bautizo fueron el señor Chen y la propia Manolita Chen.

Lo demás, ya lo pueden imaginar. Me adapté a la perfección a este extraño país, me interesé por su cultura y su idioma y hasta, durante más de veinte años, fui socio del Real Betis Balompié. También hace veinte años que me jubilé. Puedo decir que he sido feliz.


Petor Calamocha. "Cuentecillos atómicos". Ed. Puskas, Budapest, 1971
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Tormento

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Me han trasladado desde el Cilindro y he sido condenado al castigo más cruel que se contempla en nuestro Código. Tras el proceso de reducción seré anclado a un neutrón de einstenio y obligado hasta la muerte a escuchar el zumbido perpetuo de su nube de electrones.

Petor Calamocha. "Cuentecillos atómicos". Ed. Puskas, Budapest, 1971



miércoles, mayo 31, 2023

Tarpeyo negro (Melanio tarpeyis)

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El tarpeyo negro (Melanio tarpeyis) es es el resultado de la hibridación del Platanus orientalis, del Acer rubrum y del Brachychiton populneus. Árbol caducifolio de gran porte (copa de 3 a 65 metros de diámetro) es muy abundante en toda la cuenca del Mediterráneo y en Uruguay, donde es conocido como Tarpeyo oscuro. Su madera es poco apreciada en ebanistería, aunque con sus fibras pueden fabricarse estropajos exfoliantes para personas poco amigas de la higiene. De sus semillas, llamadas bolichas, insertas en cápsulas de alto poder astringente, se elabora un pienso de regular calidad para gallinas y otras aves de corral una vez sometidas (las bolichas, no las gallinas) a desparasitado a mano, cocción y posterior desecado en edificios destinados a tal propósito.
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miércoles, enero 18, 2023

Naranjuela

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NARANJUELA

La comúnmente conocida como naranjuela o naranjilla de encina (Oronja Citrínica) es una seta micorrizógena de amplia distribución en las dehesas del suroeste de la Península Ibérica, que es su área de endemismo. Tiene un epigeo y esporocarpo grandes, con píleo (sombrero) de 5 a 15 cm de ancho, inicialmente redondeado y hemisférico, aplanándose a medida que va madurando. 

Presenta en el sombrero una coloración típicamente naranja, brillante con tiempo seco, ligeramente viscosa con humedad. Su tinte no es siempre uniforme, generalmente es más pálido en los bordes. La lluvia también puede desteñir su tinte. Algunas formas son muy pálidas, incluso blancas. Se puede pelar fácilmente y posee una carne, blanca, densa y tierna. Exhala un ligero olor a flor de azahar que se acentúa con la edad o con la desecación.

Lo más curioso de esta seta es que sus esporas se concentran en laminillas con forma de gajos, estando suspendidas en un líquido anaranjado muy apreciado en la industria farmacéutica (el famoso zumito de naranjuela). En cambio, su interés gastronómico es muy bajo, ocurriendo además, que su consumo habitual y masivo, aparte de presentar cuadros de gastroenteritis, puede producir efectos alucinógenos que llevan al que las come a creerse cantante de ópera e incluso de zarzuela. 
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