.
La madre era tan anciana que apenas podía moverse. Ordenó a su hijo: "Debes enterrar a padre en el montículo". Y el hijo cargó con el cuerpo de su padre que estaba envuelto en un sudario y buscó la azada. Antes de salir, la madre le dijo: "Toma esta semilla de árbol que he guardado todos estos años y plántala sobre la tumba". Y le entregó al hijo una pequeña bellota.
El hijo obedeció.
Set se detuvo en mitad de la pendiente de la loma. La tierra estaba húmeda desde la última tormenta y excavó una fosa poco profunda. Allí depositó el cuerpo y la semilla, los cubrió de tierra y regresó a la casa. Encontró que, en su ausencia, su madre había muerto en el lecho. En el montículo, el cuerpo de su padre se corrompió y la semilla del Árbol del Bien y del Mal germinó. Allí siempre soplaba el viento.
Pasó el tiempo.
Cuando talaron el frondoso árbol, el carpintero que compró su madera aserró las ramas. Del tronco desbastado pudo conseguir algunos maderos que dejó almacenados para que se secasen. Con ellos pudo elaborar más tarde varias cruces de tormento que vendió a un oficial romano. En el montículo, muy cerca de la tumba de Adán y del tocón del árbol cortado, las cruces se emplearon para crucificar en el mes de Nisán a tres malhechores. Allí siempre soplaba el viento.
Julián de Capadocia, de "Bolas y parábolas".
.