El cumpleaños del Hombre Lobo
Lo
bueno de ser padre —como es mi caso— de una criatura peluda y de colmillos
afilados que todo el mundo confunde con el Hombre Lobo, es que esta misma
criatura tiene pocos amiguitos, por lo que a sus fiestas de cumpleaños apenas
asiste nadie, lo que representa una clara ventaja en el ahorro doméstico, pues
con una tartita, unos cuantos sándwiches de Nocilla y unos batidos de
chocolate, van los niños que chutan.
Por
eso, cuando hace unos días se presentó tal ocasión y me vi obligado a meterme
en la cocina para ejercer de repostero, decidí confeccionar algo rápido,
sencillo y económico, como es el caso de esta tarta de fresa y nata de la que a
continuación paso a dar las instrucciones.
Lo
primero es hacer un bizcocho ¡y no me digan que cómo se hace un bizcocho,
joder, con la de recetas que pululan por la red a cual más simple! Porque si no
saben cómo hacerlo ya pueden ir abandonando esta página por torpes y
desinformados. En todo caso, para los más inútiles, recomiendo que se hagan con
una de esas cajitas con polvos preparados que se pueden encontrar en la sección
de repostería de todos los supermercados y se limiten a seguir las indicaciones
del fabricante. Así que saltándonos este paso, digamos que ya tenemos un
bizcocho hecho. Un bizcocho que no debe ser muy alto pero sí esponjoso y
aromatizado de vainilla, por ejemplo (fig. 1).
Pues
bien, con afilado cuchillo jamonero, haremos un corte longitudinal hasta
convertirlo en un doble bizcocho (fig. 2). Sobre la parte inferior, esparciremos
una generosa capa de mermelada que puede ser de fresa, o bien de frambuesa o
bien de frutas del bosque, porque como decía una tía mía “Una buena capa, to lo
tapa” (fig. 3). Acto seguido cubriremos esta mitad con la otra, pero ¡OJO al TRUQUI!
teniendo cuidado de colocar la parte tostadita abajo, porque así conseguiremos
una mayor jugosidad (fig. 4).
Tras
ello, cubriremos la cara superior con fresas previamente laminadas hasta hacer
desaparecer el amarillo del fondo (fig. 5). Antes de todo esto, atención,
habremos preparado una buena dosis de gelatina de cualquier fruta roja. Cuando el
tembloroso elemento (que, claro está, habremos
mantenido a buen recaudo dentro
del frigo) no se haya cuajado del todo, lo verteremos sobre el mosaico fresero.
Una vez cumplido este trámite, depositaremos el bizcochamen en la nevera para
que la gelatina se cuaje por completo y forme sobre las carnosas escamas una
superficie regular, brillante y transparente (fig. 6).
Aprovecharemos
el momento para montar un brick de nata con la batidora de varillas. Un poco de
paciencia y otro poco de azúcar –junto con la nata líquida bien fría- bastarán
para formar en 15/20 minutos un espumerío consistente (fig. 7).
Y ya
casi está terminado. Aplicamos nata en todo el derredor del bizcocho (fig. 8),
adornamos el perímetro con un cordón trazado con manga pastelera y añadimos
fresas cortadas por la mitad, haciendo que la nata actúe como esponjoso
cemento. Unos pegotillos de nata por aquí y por allá con intención artística,
darán culminación a nuestro trabajo. Esto es todo. El resultado final es el que
se observa en la imagen (fig. 9). Claro que muchos de Uds. echarán de menos las
velitas o algún letrerito alusivo al festejo; pero tales añadidos quedaron
fuera de mi negociado.
La
tarta tuvo entre los asistentes al cumpleaños un éxito inenarrable. Lástima que
acabara como el rosario de la aurora desde el momento en que a mi hijo se le
cruzaron los cables y le dio por morder las yugulares de varios de sus
amiguitos. Menos mal que ya le habían hecho entrega de los regalos.
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