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"...de todos es sabido que desde su retiro en Aix-en-Provence, Paul Cézanne, el padre de la pintura moderna, se empecinó en pintar la vecina montaña Sainte-Victoire con tal contumacia que elaboró nada menos que 87 variaciones de tan pedregoso asunto. Tal circunstancia dio pie a que muchos años más tarde, en plena etapa de inseguridades y nostalgias —¡cuánto echaba de menos la sopa de tofza que le preparaba su madre!—, pero sobre todo de privaciones que le habían llevado a pasar hambre diaria, Kratos Morretöl se decidiera a delinquir, contando con los ánimos y el asesoramiento del por su entonces amigo, Pablo Picasso, que detentaba además un pasado que lo involucraba en varios robos y que lo puso en contacto con Gertrude Stein, la mecenas norteamericana que picando el anzuelo como una merluza, no dudó en pagar a Kratos un dineral, no por una copia, sino por una tan desconocida como falsa versión (en este caso la nº 88) de la montaña de marras que, claro está, había pintado él mismo. ¿Qué fue lo primero que hizo el artista barogarés cuando se vio con los bolsillos llenos de los dólares producto de la estafa? Pues comprarse tres abrigos, cinco docenas de cruasanes y unos prismáticos".
(De "Pintores y sus pinturerías", Alejandro Ulloa)
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