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Gracias al testimonio de R.L.T., hemos conocido que Julián de Capadocia participó en lo que en toda regla, puede llamarse un acto delictivo. Sucedió este en marzo de 1996 (el delito ha prescrito, por tanto) y consistió en la inhumación ilegal del cadáver de su compañero de trabajo y amigo, conocido como Ronson o el Ronson, fallecido dos días antes por causas que no se han llegado a determinar a falta del correspondiente certificado de defunción. Explica nuestro confidente, a la sazón, sobrino del finado, que tanto él como los tres hijos del Ronson, procedieron a excavar una fosa en el patio trasero de su domicilio, haciendo caso al proyecto expuesto por el propio Julián de Capadocia, considerado por todos y dadas las frecuentes visitas que realizaba a la casa, casi un miembro más de la familia, llegando a ser tratado por los hijos del fallecido como "tío Julián" o "tito Julián" (de hecho, el hijo mayor llegó a ser el prometido de la Charito, la hija de Julián).
Terminada la fosa, se depositó en su interior el cadáver del Ronson —amortajado con una sábana bajera de cama de matrimonio— y se procedió a darle sepultura, acto en el que Julián de Capadocia participó con entusiasmo, según nos relató R.L.T., toda vez que, según él, cumplía con el postrer deseo de su amigo, esto es, convertirse en una benefactora bolsa llena de basura. "Nunca dejarás de ser algo, Ronson, porque es imposible no ser nada, querido amigo", recuerda nuestro testigo que decía Julián a modo de jaculatoria mientras se sucedían las paletadas. "Muchos de esos bichos que habitan la tierra con que le estamos cubriendo, así como las raíces del naranjo cercano que dará sombra a esta tumba, comenzarán a perforar el tejido de la fina sábana hasta dar con la carne. En poco tiempo, vuestro padre, mi amigo, será alimento de animales y plantas, transformándose en savia, en hojas, en flores, en frutos, en órganos primitivos de lombrices y larvas de insectos. ¿Qué puede superar esta maravilla del proceso nutriente, así tan inmediato y completo?", finalizó su discurso con la voz tomada por la emoción.
Cuenta R.L.T. que, acabado el trabajo, Julián de Capadocia guardó una piedra de las que cubría la fosa en su bolso-bandolera y que, a todos, sudorosos tras el esfuerzo, les pareció una magnífica idea abrir varias litronas de cerveza (Julián, bebió un par de vasitos de tinto con sifón) acompañadas de un piquislabis de conservas variadas en memoria del Ronson. "Por favor, guardadme unos cuantos kilos de naranjas de la próxima cosecha", les rogó Julián pinchando unos berberechos.
(En la imagen, encendedor de marca Ronson, origen del apodo del amigo de Julián de Capadocia).
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