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Alta luna de Jueves Santo
Anoche, bajo la alta luna llena de Parasceve,
volvió a cumplirse el rito del Santo Jueves
en todos y cada uno de sus puntos.
La liturgia que vengo obedeciendo desde hace
cuarenta años se desarrolló por completo.
Ella estaba allí y yo frente a ella.
Una sola vez al año la miro y soy mirado por ella.
En la calle san Esteban, perfumada de incienso, cera y azahar
el gentío es ajeno a los símbolos que compartimos,
a nuestro particular lenguaje gestual repetido
un año más, una primavera más,
una Semana Santa más.
Ella, un año mayor; yo, un año mayor.
Aquí seguimos. En este mundo los dos.
Ella, dentro; yo, fuera.
No hacen falta palabras para que la ceremonia
se represente como una oración teatralizada
en el pequeño reducto
brillante de celofanes, de reflejos vidriosos.
¿Lo de siempre?, me pregunta ella.
Lo de siempre, contesto yo, y a continuación
soy servido con amabilidad
un año más, una primavera más,
una Semana Santa más.
Ante mí, mirándonos envejecer,
dispone el bocata de chorizo,
las dos latas de Cruzcampo
y la bolsa chica de BocaBits.
Lo meto todo en la pequeña mochila.
Hasta el año que viene, señora, le digo yo.
Hasta el año que viene, caballero, contesta ella.
Salgo. Me esperan en la placita
donde toda la belleza se da cita,
un año más, una primavera más,
una Semana Santa más.
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