miércoles, abril 10, 2024

Así lloró Zaratustra

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Laboriosamente, ayudado de su bastón, Zaratustra subió de nuevo el camino y requirió la presencia de Ahura Mazda entonando el Canto de Llamada acompañándose del sistro:

—¡Oh, Uno en la Unidad, alabado sea tu Ser en el Ser! ¡Imploro tu ayuda! 

Momentos después, un viento súbito agitó las ramas de los sicomoros haciendo huir a los pájaros. Un punto en el cielo apareció sobre el Montículo de los Guijarros y se corporeizó en el Águila Sagrada que cabalga el Uno. Brillaba como el oro su barba rizada.

—Aquí me tienes, Zaratustra. Mueve tu lengua.

—Tuve anoche un sueño, Señor de la Altura. Yo caminaba sobre las aguas del lago de Uruk acompañado de una mujer. Una mujer bella como el sol cuyo cuerpo desnudo solo al marfil y al nácar pudieran compararse. Sin decir nada, aquella mujer me ofreció una copa de un vino que escanció de una jarra de barro humilde. Lo rechacé diciendo que el vino nubla el entendimiento. Entonces, la mujer se metamorfoseó en una serpiente que arrollándose a mi cuerpo hacía por asfixiarme. Desperté alterado. ¿Qué puede significar mi sueño, Sabedor de Lo Todo? 

—A veces los sueños son tan confusos como la confusión del vino, pero el tuyo es claro. La mujer es tu alma, Zaratustra, y el lago por el que camináis es tu carne mortal.

—¿Y el vino?

—¿El vino? ¡Po tríncame el pepino!

Y dicho esto, Ahura Mazda emprendió el vuelo sobre el Águila Sagrada de las amplias alas, no sin dejar tras él un rastro de carcajadas.

Así lloró Zaratustra.


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