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La ruptura unilateral del pacto con los Reyes Magos a eso de los nueve o diez años —yo creo que antes, los niños éramos más ingenuos— representó el principio del fin y la primera prueba de que la existencia toda es una estafa. Hoy le contaba a mis hijos mi experiencia irrepetible, tan parecida a la de ellos, en una noche como la de ahora y en una mañana como la de mañana, en los momentos en que verdaderamente existió el prodigio, y en un nivel, este del prodigio, solo comparable, qué sé yo, al que se le aparece la Virgen o es abducido por un ovni. No había ni puede haber diferencia alguna.
¿Vais a cumplir esta noche con un mínimo del ritual preceptivo, aunque sea el de los zapatos?, ¿tenéis la conciencia tranquila o negra como el carbón que recibiréis si así es? Pues limpios los corazones y los pijamas, acostaos tempranito porque seréis recompensados por SS. MM. los Reyes Magos de Oriente... ¡Ssshhhhh! ¡Callad ya, no habléis tanto, joder! ¡Se están acercando! ¿Acaso no veis la estrella que los guía a vuestras casas y que va dejando un rastro de purpurina en el cielo oscuro?
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