jueves, octubre 15, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 23

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23

Sucede que a veces y, de hecho, sucede cada vez más a menudo, Julián de Capadocia suspende cualquier actividad y acodado en su mesa de estudio donde dispone el portátil y la revista de crucigramas, apoya la cabeza en la mano izquierda, cierra los ojos y trata de dejar la mente en blanco, deteniendo el incesante fragor del oleaje del pensamiento. Sostiene que, en realidad, el goce del embeleco de la inmortalidad, no sería la abierta posibilidad de infinitos haceres, sino al contrario, el no tener que dar explicaciones por no hacer nada, el no tener que justificar la inacción. De no ser por un problema de gases que padece y su consecuente incontinencia de flatulencias, Julián habría sido un aplicado yogui que se hubiera pasado horas y seguro que días enteros en la posición del loto, o mejor aún, practicando el za-zen sentado en un cojín de cara a la pared. Pero hay malos ruidos que desconcentran al más pintado. Y en esos ruidos, aparte de los producidos por su meteorismo, incluye el lenguaje. "Pensamos porque hablamos, y no al revés", se dice Julián, intentando dejar mudo el cerebro, aunque sea un ratito.

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