Efectos secundarios
El
estricto régimen alimenticio a que nos vimos sometidos los pobladores del
Sector Medio-Occidental para paliar en lo posible las hambrunas de 2046, tuvo
como paradójica consecuencia un aumento de la obesidad en todos los segmentos
de la población. No era de extrañar desde luego, ya que el alimento que nos
llegaba de las fábricas de Guangzhou se limitaba a embutidos de grasas
sintéticas y a aquel pan instantáneo que muchos veteranos recordarán, el que se
formaba hidratando unas bolas de materia farinácea que luego se aplastaban con
la mano, se abrían y se rellenaban de rodajas de aquel chorizo con sabor a pelo
quemado. La ingesta de estos productos (completada la dieta con aquellos kiwis
diminutos que nos libraban del escorbuto como a una tripulación de piratas
prevenidos) fue la causante de que las calles se llenaran de señores gordos
como globos, de señoras orondas como palomas buchonas y hasta de niños que
parecían albóndigas con piernecitas… (¿Albóndigas? ¡Ay, las albóndigas, aquel
manjar olvidado por el que hubiésemos pagado entonces su peso en oro!)
El
prestigio de estar delgado creyó encontrarlo mucha gente en el artículo que hoy
presentamos, el jabón- gel de ducha adelgazante que se hizo popularísimo cuando
su fabricante patrocinó el concurso televisivo “Linche a su vecino”. Lo oneroso
de su precio —1.775 Neokópecs el frasco— no impidió su éxito inmediato pues no
en vano lo que prometía su publicidad se realizaba: Bastaban tres o cuatro
duchas o un simple baño a bañera llena para que tras enérgicas friegas con
estropajo de esparto, las grasas acumuladas en el cuerpo, fundamentalmente en
el abdomen, muslos y nalgas, se fundieran, se mezclaran con la espuma del
asombroso jabón y cayeran al agua formando grandes copos amarillentos que
dejaban en la superficie manchas irisadas como el rastro grasiento que deja en
el mar un petrolero y al bañista con una arroba menos de tocino. Tal era el
poder adelgazante del jabón que bastaba aplicarlo —como el que se afeita— en la sotabarba y dejarlo allí del orden de
tres cuartos de hora para que al enjuagar desapareciera toda presencia de
antiestética papada.
No fue
hasta pasados seis o siete meses de su lanzamiento a los mercados (el de venta
por correo de manera fundamental) que no comenzaron a apreciarse los efectos
secundarios de los que el fabricante no había advertido: El jabón-gel
adelgazante provocaba impotencia en los caballeros, ceguera en las señoras, con
especial incidencia entre las menopáusicas, y raquitismo entre la población
infantil. También se caían los dientes. Todo ello, junto con los cientos de
miles de denuncias que fueron desestimadas por la justicia, provocó el rechazo
en forma de revueltas callejeras del artículo milagroso. Pero al final no pasó nada. Al poco tiempo, otros
y más novedosos productos comenzaron a ilusionarnos.
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Podrá encontrar más "Maravillas del Mundo" en este mismo blog utilizando el buscador que ponemos a su disposición en la esquina superior izquierda. No deje de ilustrarse sobre el futuro.
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3 comentarios:
Tal cual.
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¿Cuál tal?
:-)
¡Yepa, Sap!, ¡qué futururístico!
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