domingo, septiembre 13, 2009

"La hermana" Sándor Márai


Tal vez para muchos lectores actuales, acostumbrados a las ligerezas literarias de estos tiempos donde cualquier chisgarabís pone su pica en el Flandes editorial, la escritura de Sándor Márai pueda parecer un tanto demodé e incluso presuntuosa por ser una escritura seria, profunda, la propia de un autor que cuando se encabezona y se pone a analizar algún asunto, no deja ningún cabo suelto ni ningún matiz que señalar..."¡Hombre, claro, es que Márai era húngaro y con los magiares ya se sabe, son muy jartibles!", dirá alguien. Sí, es cierto. Márai tiene ese aroma denso de los centroeuropeos y su estilo puede recordarnos a muchos autores de tal ámbito y de visibles influencias en su obra: Hesse, Mann, Kafka, Dürrenmatt... Por lo que no es de extrañar que en La hermana aparezcan los ingredientes habituales en la lite de esta clase de individuos: la culpa, la autoacusación, el castigo, la expiación, la clemencia... aliñado todo con las tormentosas relaciones entre los protagonistas y Dios... ¿Eeeeehhh? Un momento... ¿Pero qué hacen, malditos?... ¡No huyan, cobardes! ¡Vuelvan, vuelvan! ¡Tengo una buena noticia!... ¡Vuelvan!... (Qué gente y qué poco aguante)... Síiiii... ¿Estáis juntos de nuevo?... Veamos. La noticia es que no sólo tal gazpacho es digerible, sino algo mejor todavía, señoras y señores: ¡Sándor Márai es AMENO! ¡a-me-no! ("¡¡¡Aaaaahhh!!!", suspiro de alivio de los lectores.)

La hermana (1946) fue la última novela que publicó Márai antes de abandonar Hungría e iniciar su exilio. El título, que en un principio me hizo pensar en aquel tema de los Stones, Sister Morphine, por lo que ya se verá, hace referencia a una de las monjas-enfermeras que atiende al protagonista durante su hospitalización. Y es que durante una gira por la Italia fascista, un prestigioso pianista húngaro -llamado simplemente Z. en la novela el muy zorro- es víctima de una fulminante y grave enfermedad que lo llevará a un hospital en Florencia. Allí permanecerá ingresado en soledad durante varios meses. Pero antes de que esto ocurra, el primer narrador de la historia contará su encuentro con el pianista años después, en un albergue de mala muerte situado en un inhóspito paraje de los Cárpatos. Allí la atmósfera cargada y el ambiente de pesadilla, claustrofóbico, junto con un suceso trágico, creados por el autor en las cien primeras páginas, se verá continuado en los capítulos del sanatorio, abierto ya el primer camino. En realidad, el relato que se desarrolla en el hospital italiano es el manuscrito que el músico hace llegar al narrador y es en cierto modo, como digo, paralelo a los sucesos que acaecen en la posada. Vale, no es tan lioso en el libro, soy yo el que se hace un lío explicándolo...

De todas formas, la verdadera protagonista de la novela es la morfina, único paliativo que puede calmar los fuertes dolores que asaltan al músico, que como es natural, acabará sucumbiendo de amor por el ambarino inyectable. Junto a ella está el piano, segundo instrumento que no deja de sonar a lo largo de las páginas desgranando composiciones de Liszt, Rachmaninov, Beethoven. A partir de este punto, todo girará en torno al líquido opiáceo y sus efectos, contado desde el permanente estado de sopor musical del morfinómano, para convertirse la crónica, con la participación de los médicos y de las monjas-enfermeras (una de ellas, sor Carissima, a la que hace referencia el título de la novela) en un análisis sistemático del dolor, la enfermedad y la adicción sin que el piano deje de escucharse. Tal vez un punto atractivo para el lector actual sea el hecho de que la dependencia se desarrolle fuera de los paisajes de chabolas y basureros adscritos a los drogotas al uso, algo que descarga de morbo callejero al relato para centrarlo en los aspectos más devastadores pero sin necesidad de recurrir a la tópica mugre, aunque los monstruos que habitan bajo la asepsia hospitalaria sean los mismos, claro. Sin duda, y por otro lado, La hermana es un texto donde los especialistas en Márai habrán encontrado los orígenes y tal vez la explicación de su suicidio.

...Y hasta aquí llegué para no destripar. Fuera ya de la recomendación, considero que La hermana, novela tejida en la urdimbre del dolor, la esperanza, la creatividad, la enfermedad y el amor, no hace sino acrecentar mi curiosidad por la obra de Márai. Seguiré con nuevo material en cuanto pueda.
Hapiness is a warm gun.

1 comentario:

Angelica Artiles dijo...

Los Rolling Stones, los Beatles y Marai....perfecto