viernes, junio 19, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 06.

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Como toda criatura humana, Julián de Capadocia persigue ser feliz. Pero su concepto de ser feliz es de vuelo bajo, lo que resulta inadmisible para muchos de sus semejantes, que se ven obligados a inundarlo de ofertas de vacaciones, automóviles y electrodomésticos, empleando para ello todos los conductos posibles con el fin de ampliar su horizonte de felicidad. Es por ello que, dados sus conocimientos técnicos, fruto de su experiencia como operario en Telefónica, Julián creó un ingenioso dispositivo que adosado a su viejo teléfono de baquelita, permitía que Zaratustra lo accionara con la pata, para acto seguido, emitir unos furibundos ladridos que ponían en jaque a los comerciales de las firmas de telefonía móvil, compañías de suministros y seguros de decesos.

Esta apología de su felicidad, empero, le ha producido algún pesar cuando, tan aficionado como es a la diatriba, ha polemizado con las parejas de Mormones o de Testigos de Jehová que llaman a su puerta, socavando los cimientos de la felicidad ajena hasta destruir las convicciones dogmáticas de quienes dejó pasar a su salita y aceptó sus folletos. Así sucedió, por ejemplo, con Laura Carrascosa y Julita Peribáñez, dos jóvenes Testigos que perdieron su fe tras una larga charla con Julián y que le reclamaron meses después, cuando volvieron a llamar a su puerta, que les devolviera lo extraviado: "¡Fue usted y solo usted quien nos despojó de nuestra felicidad por muy asentada en lo irracional que estuviera!", le reprochó Laura. "¡Fue usted y solo usted quien con sus piedras y sus bellotas nos vació por dentro y nos hizo unas degraciadas!", exclamó Julita entre sollozos. Estas confesiones en el vestíbulo llegaron a conmover a Julián, que en ese momento, solo acertó a decir: "Hijas mías, a partir de ahora, vuestra labor consistirá en restar pendiente al tobogán del escepticismo por el que os deslizáis". A continuación, Julián de Capadocia cerró la puerta, destruyó su artilugio telefónico con un martillo, y ya de noche, bajó con Zaratustra hasta los contenedores de basura.
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