Imaginen
un páramo calcinado por el sol, unos matojos ramoneados por unas cabras,
ausencia de árboles y de agua y la imposibilidad de encontrar una sombra aun
pagándola a cien pavos el metro cuadrado. Pues bien, en un paisaje así es donde
el pacense Jesús Carrasco ha situado sus pocos personajes y las acciones que
llevan a cabo en esta novela que ha cobrado súbita celebridad. Alguien que
desconozco, ha dicho de ella que parece un ‘western ibérico’, opinión que no
encuentro disparatada aunque sí matizable, pues más que ‘western’ a secas se
asemeja más a un ‘spaguetti western’ dado:
A) Lo desolado de la geografía descrita. B) La parquedad de los diálogos
y C) La relación de los personajes que, para seguir con el símil, podrían
resumirse en el niño protagonista (el Bueno), el cabrero (el Feo) y el alguacil
(el Malo).
Por
supuesto no voy a desvelar el devenir de la historia, breve e intensa, pero sí
advertiré antes, que de esta novela deben abstenerse los estómagos delicados y esas
almas sensibles que rechazan una inmersión en las Cinco Pes: lo Primitivo, lo
Primigenio, lo Principal, lo Primordial y lo Primario, siendo así que a lo
largo de sus capítulos nos encontraremos con episodios brutales y con la
recuperación de olores y sabores que el progreso ha ido arrinconando en cajones
un poco vergonzantes y que a muchos, a estas alturas, les pueden resultar
rechazables: El sudor antiguo, el queso pétreo, la orina rancia, la carne seca,
la sangre cuajada, el pan duro y la miseria más total en ropas y equipamiento. El
olor de la tierra y los animales, incluyendo al hombre en primer lugar, y consecuencias
de lo esencial aplicado a sobrevivir en
la intemperie.
Por
seguir guiando al lector curioso, añadiré que tanto la peripecia como su estilo
podrían recordarnos a una mezcla del Delibes de “Las ratas” y el Faulkner de
“Santuario”. Todos los elementos son de una desnudez extrema, pues de hecho
nunca sabremos cómo se llaman los personajes, en qué momento se desarrolla la
acción ni en qué lugar exacto. Tiempo, espacio e identidad que, la verdad, poco
importan (por comodidad, decidí que el territorio pertenecía al sur de Extremadura
—se citan las perrunillas y el vino de pitarra—y los hechos acaecían a
principios de los años 70 —aparece una vetusta moto con sidecar y un retrato de
“los monarcas”—). A servidor, la trama lo tuvo atrapado hasta el límite de
entregar en dos ocasiones a la lectura lo imperdonable, la cabezadita de
después de comer. Para terminar y ya entrando en el tiquismiqueo, la redondez
de esta muy buena obra se hubiera conseguido a mi juicio puliendo algunas
rebabillas de estilo. Por ejemplo: inimaginable que el cabrero utilice el cuasi
cultismo “el alguacil no tiene aquí jurisdicción” o que el narrador emplee…
aaaahhhhgggg… la frase hecha “como por arte de magia” como si fuera un
Lorencito Quesada cualquiera. También me resultó un poco feíto la inclusión de
frasecillas-símil sueltas entre dos puntos y seguido a modo de verso que no
siempre fueron afortunadas. En todo caso, poca cosa. Insuficiente para
enturbiar esta novela seca, visceral y emocionante que recomiendo con viveza.
Por
último, el interesado en seguir con la indagación, no tiene más que pasarse por
la reseña que hace el amigo Alberto Granados: "Intemperie"
.
13 comentarios:
Buena esa matización del western ibérico (como el jamón). Y lo de las cicno pes no tiene precio.
Lo que no sé es a qué te refieres al mencionar las "frasecillas símil sueltas". No las recueurdo.
En lo esencial, sin embargo, estamos totalemente de acuerdo.
Hoy hace 74 años de la muerte de Antonio Machado. En mi blog entro en materia.
Un abrazo.
AG
No he leído el libro, así que no puedo hablar de él. Sin embargo, no estoy de acuerdo en tu comentario de que la frase del cabrero resulte inverosímil. Ese lenguaje, y en particular el uso de la palabra "jurisdicción" es (o era) común entre la gente de los pueblos. Pueden parecer cultismos si los comparamos con el lenguaje urbano de hoy, pero el lenguaje rural de ayer era rico en este tipo de expresiones. Creo yo. O sea, que a mí no me salta a la vista.
A ver si en mi próxima incursión española, tengo oportunidad de agarrarlo, no me asustan las cinco pes.
La verdad es que me has convertido en el lector curioso que citas después de leer tu comentario a esta novela de Jesús Carrasco. A Delibes y a Faulkner los leí de adolescente y me apasionaron. De mayor he seguido leyendo a Delibes pero Faulkner ya me resulta como ese paramo calcinado del que hablas al comienzo de tu artículo. En cualquier caso, curiosa y explosiva mezcla la de ambos escritores por lo que me pongo en marcha para leer - o al menos intentarlo - este libro. Ya te contaré.
Un saludo.
Aprovecho esta entrada, que como todo lo que haces me gustan mucho tus recomendaciones de libros y tus envidiables críticas, para decirte que me acuerdo mucho de ti, recibí tus mensajes y como soy un desastre no los contesté.
Mi ordena anda chafadillo y ya no entro en el patio, solo a través de google, pero observo poco movimiento.
Besos isleños
¡Demonios! Si esta lectura es tan grata como para sacrificar un par de siestas... me la apunto pero ya.
Saludos.
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Alberto, ya te digo, nada importante, alguna comparación con un caballo trotón de carreras, hielo en un vaso... Elementos que no encajaban muy bien en el orden impuesto. En todo caso, motas de polvo. Nada.
:-)
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No me refería a eso, Ángela. Claro que una palabra como "jurisdicción" se puede utilizar con normalidad por las gentes del mundo rural ¡qué más quisiéramos los urbanitas tener su riqueza de lenguaje! No. Me saltó a los ojos dentro del tono y timbre que el autor estaba usando con el cabrero.
La novela te va a encantar.
:-)
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No me refería a eso, Ángela. Claro que una palabra como "jurisdicción" se puede utilizar con normalidad por las gentes del mundo rural ¡qué más quisiéramos los urbanitas tener su riqueza de lenguaje! No. Me saltó a los ojos dentro del tono y timbre que el autor estaba usando con el cabrero.
La novela te va a encantar.
:-)
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Encantado estaré, amigo Presley, de conocer tu opinión, de la que estoy seguro será muy favorable.
Uno siempre está atento a tus cuadros.
:-)
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Gracias tu visita a esta casa virtual que es la tuya, Anais, guapa.
Sí, yo creo que los Patienses nos echamos todos a todos de menos. De todas formas, el Patiense, como el torero, jamás deja de serlo. Seguro que Óscar Maif está de acuerdo con esta apreciación.
:-)
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¡Recórcholis, amigacho Maif, qué de tiempo! Incluso se nos ha pasado in albis la glosa al certamen chirigotero de este año :-)))
Un abrazo y gracias por este asomar de patita.
:-)
Está claro, el paraje es el mismo que recorrí yo siendo un niño y acompañado por un amiguito, durante las horas de siesta de un caluroso día, para desherrar a una mula casi comida por los buitres.
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Pues sí, sr. Carrasco, una cosa así es el escenario.
:-)
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