viernes, febrero 22, 2013

"Intemperie" Jesús Carrasco

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Imaginen un páramo calcinado por el sol, unos matojos ramoneados por unas cabras, ausencia de árboles y de agua y la imposibilidad de encontrar una sombra aun pagándola a cien pavos el metro cuadrado. Pues bien, en un paisaje así es donde el pacense Jesús Carrasco ha situado sus pocos personajes y las acciones que llevan a cabo en esta novela que ha cobrado súbita celebridad. Alguien que desconozco, ha dicho de ella que parece un ‘western ibérico’, opinión que no encuentro disparatada aunque sí matizable, pues más que ‘western’ a secas se asemeja más a un ‘spaguetti western’ dado:  A) Lo desolado de la geografía descrita. B) La parquedad de los diálogos y C) La relación de los personajes que, para seguir con el símil, podrían resumirse en el niño protagonista (el Bueno), el cabrero (el Feo) y el alguacil (el Malo).


Por supuesto no voy a desvelar el devenir de la historia, breve e intensa, pero sí advertiré antes, que de esta novela deben abstenerse los estómagos delicados y esas almas sensibles que rechazan una inmersión en las Cinco Pes: lo Primitivo, lo Primigenio, lo Principal, lo Primordial y lo Primario, siendo así que a lo largo de sus capítulos nos encontraremos con episodios brutales y con la recuperación de olores y sabores que el progreso ha ido arrinconando en cajones un poco vergonzantes y que a muchos, a estas alturas, les pueden resultar rechazables: El sudor antiguo, el queso pétreo, la orina rancia, la carne seca, la sangre cuajada, el pan duro y la miseria más total en ropas y equipamiento. El olor de la tierra y los animales, incluyendo al hombre en primer lugar, y consecuencias de lo esencial aplicado a sobrevivir en  la intemperie.

Por seguir guiando al lector curioso, añadiré que tanto la peripecia como su estilo podrían recordarnos a una mezcla del Delibes de “Las ratas” y el Faulkner de “Santuario”. Todos los elementos son de una desnudez extrema, pues de hecho nunca sabremos cómo se llaman los personajes, en qué momento se desarrolla la acción ni en qué lugar exacto. Tiempo, espacio e identidad que, la verdad, poco importan (por comodidad, decidí que el territorio pertenecía al sur de Extremadura —se citan las perrunillas y el vino de pitarra—y los hechos acaecían a principios de los años 70 —aparece una vetusta moto con sidecar y un retrato de “los monarcas”—). A servidor, la trama lo tuvo atrapado hasta el límite de entregar en dos ocasiones a la lectura lo imperdonable, la cabezadita de después de comer. Para terminar y ya entrando en el tiquismiqueo, la redondez de esta muy buena obra se hubiera conseguido a mi juicio puliendo algunas rebabillas de estilo. Por ejemplo: inimaginable que el cabrero utilice el cuasi cultismo “el alguacil no tiene aquí jurisdicción” o que el narrador emplee… aaaahhhhgggg… la frase hecha “como por arte de magia” como si fuera un Lorencito Quesada cualquiera. También me resultó un poco feíto la inclusión de frasecillas-símil sueltas entre dos puntos y seguido a modo de verso que no siempre fueron afortunadas. En todo caso, poca cosa. Insuficiente para enturbiar esta novela seca, visceral y emocionante que recomiendo con viveza.

Por último, el interesado en seguir con la indagación, no tiene más que pasarse por la reseña que hace el amigo Alberto Granados:  "Intemperie"
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13 comentarios:

Alberto Granados dijo...

Buena esa matización del western ibérico (como el jamón). Y lo de las cicno pes no tiene precio.
Lo que no sé es a qué te refieres al mencionar las "frasecillas símil sueltas". No las recueurdo.
En lo esencial, sin embargo, estamos totalemente de acuerdo.

Hoy hace 74 años de la muerte de Antonio Machado. En mi blog entro en materia.
Un abrazo.

AG


Ángela dijo...

No he leído el libro, así que no puedo hablar de él. Sin embargo, no estoy de acuerdo en tu comentario de que la frase del cabrero resulte inverosímil. Ese lenguaje, y en particular el uso de la palabra "jurisdicción" es (o era) común entre la gente de los pueblos. Pueden parecer cultismos si los comparamos con el lenguaje urbano de hoy, pero el lenguaje rural de ayer era rico en este tipo de expresiones. Creo yo. O sea, que a mí no me salta a la vista.
A ver si en mi próxima incursión española, tengo oportunidad de agarrarlo, no me asustan las cinco pes.

elpresley dijo...

La verdad es que me has convertido en el lector curioso que citas después de leer tu comentario a esta novela de Jesús Carrasco. A Delibes y a Faulkner los leí de adolescente y me apasionaron. De mayor he seguido leyendo a Delibes pero Faulkner ya me resulta como ese paramo calcinado del que hablas al comienzo de tu artículo. En cualquier caso, curiosa y explosiva mezcla la de ambos escritores por lo que me pongo en marcha para leer - o al menos intentarlo - este libro. Ya te contaré.

Un saludo.

Ana Hernández Guimerá dijo...

Aprovecho esta entrada, que como todo lo que haces me gustan mucho tus recomendaciones de libros y tus envidiables críticas, para decirte que me acuerdo mucho de ti, recibí tus mensajes y como soy un desastre no los contesté.
Mi ordena anda chafadillo y ya no entro en el patio, solo a través de google, pero observo poco movimiento.
Besos isleños

Óscar Maif dijo...

¡Demonios! Si esta lectura es tan grata como para sacrificar un par de siestas... me la apunto pero ya.

Saludos.

Sap dijo...

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Alberto, ya te digo, nada importante, alguna comparación con un caballo trotón de carreras, hielo en un vaso... Elementos que no encajaban muy bien en el orden impuesto. En todo caso, motas de polvo. Nada.

:-)

Sap dijo...

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No me refería a eso, Ángela. Claro que una palabra como "jurisdicción" se puede utilizar con normalidad por las gentes del mundo rural ¡qué más quisiéramos los urbanitas tener su riqueza de lenguaje! No. Me saltó a los ojos dentro del tono y timbre que el autor estaba usando con el cabrero.

La novela te va a encantar.

:-)

Sap dijo...

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No me refería a eso, Ángela. Claro que una palabra como "jurisdicción" se puede utilizar con normalidad por las gentes del mundo rural ¡qué más quisiéramos los urbanitas tener su riqueza de lenguaje! No. Me saltó a los ojos dentro del tono y timbre que el autor estaba usando con el cabrero.

La novela te va a encantar.

:-)

Sap dijo...

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Encantado estaré, amigo Presley, de conocer tu opinión, de la que estoy seguro será muy favorable.

Uno siempre está atento a tus cuadros.

:-)

Sap dijo...

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Gracias tu visita a esta casa virtual que es la tuya, Anais, guapa.

Sí, yo creo que los Patienses nos echamos todos a todos de menos. De todas formas, el Patiense, como el torero, jamás deja de serlo. Seguro que Óscar Maif está de acuerdo con esta apreciación.

:-)

Sap dijo...

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¡Recórcholis, amigacho Maif, qué de tiempo! Incluso se nos ha pasado in albis la glosa al certamen chirigotero de este año :-)))

Un abrazo y gracias por este asomar de patita.

:-)

EL HIJO DEL HERRERO dijo...

Está claro, el paraje es el mismo que recorrí yo siendo un niño y acompañado por un amiguito, durante las horas de siesta de un caluroso día, para desherrar a una mula casi comida por los buitres.

Sap dijo...

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Pues sí, sr. Carrasco, una cosa así es el escenario.
:-)