En recuerdo de Francisco Rodríguez Galán, Curro.
El alcalde de San Nicolás del Puerto, la metrópolis de mi poblado consorte, lusófilo e iberista, llegada la hora de pavimentar la plaza de la localidad, contrató a una cuadrilla de silenciosos operarios portugueses que en muy poco tiempo la dejaron como si fuera una propia de Setúbal.
Eran un maestro y dos ayudantes que trabajaban de rodillas a una velocidad vertiginosa y que hacían de las teselas cúbicas elementos de un espectáculo de prestidigitación o de trileros. De vez en cuando, llegaba un camión volquete y los abastecía de piedras como si fueran riñones atacados de litiasis. Abstraidos en su labor, obcecados y enrocados en sus mandiles de cuero, nunca se supo si intercambiaron alguna frase con los lugareños. Eran portugueses, sí, vecinos peninsulares; pero allí resultaban tan exóticos como un trío de guacamayos.
Como la plaza quedó bonita, el alcalde, con buen criterio, extendió su idea decorativa al bulevar del Cerro del Hierro y allá que fueron los paisanos de Saramago a continuar su obra emprendedora y empedradora. Lo malo es que entre los diversos mosaicos que labraron sobre el blanco pavimento --una cigüeña negra, el skyline del paisaje kárstico y algún que otro arabesco--, y al ser el poblado de origen minero, plasmaron en piedra oscura un pico y una pala.
Por tal causa, desde que se inauguró el paseo, me he abstenido de circular por esa parte del bulevar. El pico y la pala dan muy mal fario y como es sabido que todo lo malo se pega, hasta que otros operarios no sustituyan tales herramientas simbólicas por una litrona y una butaca, yo por ahí no paso.
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23 nov. 2013.
Fotografías de Fernando Ugía.
5 comentarios:
Sap, genio y figura...
Qué bien escribes, jodío... Prodígate más, hombre.
Mancantao shiquillo :)
Yo también me apunto a ese cambio del pico y la pala por una litrona, aunque prefiero una barra de bar en vez de la butaca.
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Gracias por vuestra lectura y comentarios, amigos.
:-)
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