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La
vocación de hacerse mecánico dentista, se despertó en Pedrito Ormaechea desde
la edad más temprana, pues nada más tener acceso a ese material inédito y
moderno que fue la plastilina, se dedicó a hacer moldes de los dientes que
extraía a todos los borricos muertos que se encontraba por el campo. ¡Y no solo
borricos! En pocos meses y gracias a la técnica de rellenar los moldes de
plastilina con una aleación de estaño y plomo, Pedrito atesoró una valiosa
colección de dientes y muelas de ovejas, cabras, vacas, perros y de los citados
burros.
Fue el
dominio y perfección de tal arte lo que le llevó a considerar el fabricar para
su abuela Domitila (propietaria de una administración de Loterías) una
dentadura postiza completa confeccionada con dientes de origen ovino y vacuno y
con la inclusión de colmillos de un perro de aguas. Toda vez que los dientes
metálicos los atornilló en unas láminas de plástico azul (porque las había
recortado de un cubo de fregona) que hacían las veces de encías, el efecto que
causaba el conjunto en la boca de la anciana señora, era sorprendente, pero a
la vez, funcional, así que fue tanto el éxito de la dentadura postiza, que
muchos vecinos desdentados le encargaron sendos modelos donde el bueno de
Pedrito no dudó —siempre a gusto del cliente— en combinar muelas y caninos de
diversos animales. Incluso a su primo Paquito Morilla, el delantero centro del
equipo local de fútbol, el Centellas C. F., le sustituyó sus incisivos cariados
por unos de liebre que le daban un cómico aspecto pero que eran inmejorables
para efectuar una de sus grandes pasiones, esto es, roer los huesos de los
pollos asados.
Con el
tiempo, ¡oh, el tiempo, esa cosa tan jodidamente inaprehensible!, Pedrito
Ormaechea obtuvo el deseado título de mecánico dentista, abrió un
gabinete-taller en una selecta calle de la localidad y se casó con Antoñita
Moreno, alias la Coneja, llamada así no por sus dientes sino por su facilidad
para parir pequeñuelos, tanto, que hizo padre de sextillizos a Pedrito, a todos
y cada uno de los cuales, los dotó de dentaduras postizas en miniatura que les
colocó el mismo día de su bautizo. ¡Ay, cómo sufría la abnegada mamá dándoles
el pecho a tan insaciables tragoncetes!
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¿Que dónde conseguir el Damero de este mes? Pues como siempre, en su kiosco habitual y gratis total, pinchando aquí: El Damero del Vecind(i)ario.
Solución al Damero anterior (nº 62)
A. Boyardo, B. Muerte, C. Escofina, D. Líquenes, E. Tánatos, F. Zinc, G. Escapo, H. Rodelas, I. Enredado, J. Manganeso, K. Posees, L. Atanor, M. Teclado, N. Enjundia, Ñ. Alces, O. Momio, P. Útero, Q. Éfeso, R. Regalías, S. Trigal, T. Electas.
Acróstico: B. Meltzer, "Empate a muerte".
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5 comentarios:
Leer cada uno de tus cuentecillos supone un momento de auténtico goce. No lo dejes nunca.
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Muchas gracias, Miguel. Que tu amabilidad se vea recompensada durante todo el futuro 2015.
:-)
A los cadáveres de muchos borricos y demás parientes arrojados en el campo y a medio devorar por buitres, acudía yo acompañado de mi incondicional pandilla de amigos, pero como en mis tiempos infantiles no conocíamos la plastilina, no pude imaginar oficio tan lucrativo como el de mecánico dentista. Nos limitábamos al comercio del trueque. Desclavábamos las herraduras que luego canjeábamos por pirulíes, bolas, globos o gomas para los tiradores. No dejaba de ser un negocio, pero sin futuro.
¡Ah!. En esta ocasión resolví el "mardito damero" durante el trayecto del ascensor desde la planta baja a la primera.
Es un placer leer estas historias que tanto se hacen esperar.
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Y ya que estamos en estos días pues te deseo Felices fiestas, Navidad o solsticio de invierno.
Y como diría don Miguel: Felicísimos y venturosos sean los días que están por llegar el venidero 2015.
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Gracias, sr. Carrasco y Maese Nicolás, por vuestra visita a esta humilde morada.
:-)
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