Tiempos de cuerpos pellejudos
Para Carlos Olrac
Cuentan
los mayores que las hambrunas padecidas por la población entre los años 2137 y
2141 fueron tan severas, que el estar gordo no solo se consideró un estado
envidiable sino que constituyó, tanto para hombres como para mujeres, un prestigioso
estatus sexual.
Dado
que la creencia popular atribuía la extrema delgadez de los ciudadanos al
descenso drástico del consumo de pizzas de Casa Tarradellas y del chopped-pork
de la firma Casademont, producto del conflicto aduanero entre Freedom Catalonia y el territorio
conocido entonces como Recorte Hispánico, junto con el espectacular encarecimiento de
los aranceles que propició el Tercer Bloqueo, la venta por correo de estas tabletas
masticables se multiplicó por mil en cuanto llegó ese periodo previo a la
estación veraniega conocido como “Operación Bikini” y que consistía en engordar
ocho o diez kilos en tiempo récord; algo por completo inconcebible para
nuestras tatarabuelas.
En
cualquier caso, esta tabletas —en realidad, un ultraconcentrado de mayonesa y grasa
liofilizada de foca— provocaron el entusiasmo entre las personas con poco peso,
o como rezaba su publicidad, gentes de “cuerpos pellejudos”, sobre todo entre
mujeres y jovencitas, pues para gran parte de ellas, el ser consideradas
delgadas contribuyó a generar muchos trastornos psicológicos (el éxito de estas
pastillas engordantes vino a coincidir en el tiempo con el proceso incoado al célebre
modisto Petrusko Mamuasel por contratar exclusivamente a modelos de más de ochenta
kg de peso para mostrar sus creaciones).
Ni que
decir tiene, que en tiempos de tan extremas carestías, se le encontró pronto
otra utilidad a las deliciosas tabletas y fue utilizarlas para cebar a los
gatos y perros que habían pasado a ser la fuente habitual de proteínas de la
depauperada población, con lo que se propició un bucle alimentario
ventajosísimo tanto para consumidores como productores. Se calcula que durante el peor año de aquella
crisis, el nefasto 2140, llegaron a venderse cincuenta mil toneladas de estas
pastillas, hecho fundamental que hundió los mercados fridocataláunicos y que a
la larga produjo la reabsorción de sus comarcas en la actual Gran Hispanidad,
que con tanto acierto dirige nuestro Conductore, el Hermano Wang Fernández. ¡Gloria a Wang!, ¡Gloria a Wang!, ¡Gloria a Wang!
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Nº 17.
La balsa de piedra.
Nº 16.
A vueltas con lo único.
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12 comentarios:
Genial, como siempre.
Salut desde NewCatalonia, maese Sap ;D
Muy bueno este cuento futurista, que me recuerda que llamar gorda a una persona en los años cuarenta del siglo pasado era casi un piropo y ahora es una ofensa.
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Moltes gràcies per la teva lectura i les teves paraules, amic Diego. Salutacions des del Sector Sud.
:-)
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Estaba seguro de su recuerdo a los años 40, Sr. Carrasco. Cosas más extraordinarias veremos, hasta la nueva puesta en moda de los pantalones de campana.
:-)
Coñiio, qué sorpresa más agradable.
No sé cómo agradecerlo, me han vuelto a caer las lagrimas de risa, alguna fibra sensible me tocan las crónicas de ese futuro tan prometedor que nos aguarda. Incluso he completado esta crónica mentalmente con consejos como estar 12 horas diarias en el sofá, viendo la tele, para asegurar el efecto optimo de las tabletas.
Yufmeidmaidei, man.
Hace unos años, visitando un templo en Korea del Sur, el único que no saquearon del todo los Japoneses durante la segunda guerra mundial, me entretuve leyendo tejas. Es costumbre de allí escribir deseos en las tejas del templo, el religioso que te cobra la voluntad por hacerlo asegura que se cumplen casi todos. En la sección de idiomas inteligibles para mí leí un deseo muy sencillo que me gustó mucho. Estaba escrito en español: "Que lean lo que escribas, ---" no recuerdo las iniciales del destinatario de ese deseo.
No sé como agradecerte la dedicatoria, güey. Así que asumiré que ese deseo bien pudo ir dedicado a ti y haré lo que pueda para cumplirlo. De momento he empezado a circular la dirección de este tu blog a unos cuantos familiares y amigos. O no los conozco bien, o seguro que disfrutarán las maravillas del mundo tanto como yo.
Me acuerdo de ese anuncio,especialmente por que de niña era muy canija y estaba bastante acomplejada y mi ilusión era poder tomar esas pastillas,y así lucir algún que otro michelín.Qué cosas.
¡Gloria a Sap! ¡Gloria a Sap! Gloria a Sap! Jaaaaaaaa, me parto de risa. ¡Menuda ocurrencia: darle una vuelta de tuerca a la realidad!!!
¿Ese anuncio, es real? ¿Dónde lo publicaban?
Iba a decir "Genial, como siempre", pero veo que se me han adelantado. Me limitaré a exclamar, desde el cariño y la admiración que te profeso, "Qué grande eres, Sapristillo".
Aunque lo sabemos hace tiempo.
Cienes.
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Pues nada, amigo Carlos, la próxima vez le das recuerdos al monje coreano de mi parte.
It was a pleasure, man.
:-)
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Srta. Yolanda, mejor que las pastillas es un bocata foigrá. Lo que ocurre es que en aquellos tiempos aciagos que vendrán, una latita de foigrá La Piara costará al equivalente actual de 362 euros.
:-)
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BeKá, en los años 70 y primeros 80 fueron muy populares los catálogos de venta por correo, En ellos podías encontrar toda clase de artilugios y remedios milagrosos. Una de estas firmas, la "Casa Honor" estaba muy bien surtida. Uno de sus catálogos es el que poseo y de él extraigo estos anuncios que componen la serie 'Maravillas del Mundo'.
:-)
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Vichoff, seguro que por tu casa también rodaron estos catálogos de venta por correo. Los artículos que allí se anunciaban (¡y el cómo se anunciaban!) nos parecían las nuevas maravillas de la técnica y la modernidad, ¿te acuerdas, vallisoletana desagerá?
:-)
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