Habrá que decir que Un hombre en la oscuridad es una novelita hinchada hasta las 215 páginas con el truco de ampliar los márgenes, ¡4 centímetros y medio el inferior! Una novelita entretenida —en el más vacuo sentido del término— y ligera que recoge en su poca extensión todos los tics de mr. Auster pero vacíos de contenido, adocenados, aplantillados. Nadie mejor que Chiquito de la Calzada pudo haberla presentado:
—Va ese peaso de hittoria dentro de la hittoria... ¡jarrrl! Polagloria de mi mare... y el fistro le cuenta cuatro película... ¡jaaarl!... y el cobaaaarde se quea sin dinero... nopuedonopuedonopuedor... y los partío de béirbo... ¡jaaaarl!
En este plan.
No digo más que August Brill, un anciano crítico literario que vive junto con su hija y su nieta, entretiene sus noches de insomnio imaginando historias... Seguro que todo lo que venga después va a gustar mucho a todo lector que no haya leído antes algo de la buena onda de Auster, pero al lector resabiado se le va a caer el alma a los pies en cuanto se tope con este tonillo:
"—No hay una sola realidad, cabo. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo, mundos y antimundos, mundos y sombras de mundos, y cada uno de ellos lo sueña, lo imagina o lo escribe alguien en otro mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo.
—Empieza usted a parecerse a Tobak. Él me dijo que la guerra estaba en la cabeza de un hombre, y que se eliminaba a ese hombre, se acabaría la guerra.
Es la cosa más absurda que he oído jamás.
[...]
—Vale. Bueno, pongamos por caso que mato a ese hombre... a ese tal Brill, imagíneselo. ¿Qué pasa entonces? Si él es el creador de este mundo, en cuanto él muera usted dejará de existir."
¿Me explico o no me explico? Sin rubor alguno, utilizando tan burdamente el ya manido guión de que somos producto de la imaginación de otro ser, mr. Auster mete de matute el argumento y lo hace columna vertebral desde el comienzo.
En este plan.
¿Pero todo está perdido? Noooooooooooooooooooo.
Hay una lucecita de esperanza. Al menos servidor la ha querido entrever. El cómo finaliza esta intrahistoria (que no puedo citar para no despachurrarla) parece la decisión del propio Auster de olvidarse del amaneramiento en el que ha caído en sus últimas entregas y dando un puñetazo en la mesa ha dicho lo de "señores, hasta aquí llegó lo que se daba"... y mete un volantazo que hará de las últimas 50 páginas algo distinto, de un sencillo realismo que me reconfortó hasta el final. Entonces cerré el libro. Lo dejé sobre la mesilla. Apagué la lámpara. Me arrebujé bien arrebujao y me puse los auriculares.
Zzzzzzzzzzzzzzzzzzz
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3 comentarios:
Vaya, parece que te ha pasado lo mismo que a los fans de Perdidos, pero al contrario.
Entonces, ¿es una especie de autocrítica?
Yo creo sinceramente en Sap, así que seguramente esta crítica es mejor que el librito de Auster.
:-)
Esta pieza ya la quisiera para él el ínclito. Coincido con Mar, totalmente.
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