viernes, enero 15, 2010

Maravillas del Mundo, 6


"Ventajas colaterales"


Nada podía sospechar el matrimonio formado por Rosasharn Martínez y Lorenzo Kauffmann (vecinos y naturales de Zhiouang Lisboa) que por los 1.375 neokópecs que costaron las rodilleras adquiridas en una venta por catálogo, su vida conyugal mejoraría tan notablemente.

Desde luego, y en un principio, las rodilleras, a semejanza de la ilustración que acompañaba a la publicidad, las utilizó la señora Martínez para aliviar las fatigas que suponía el cuidado diario de un huerto de subsistencia organizado en la terraza de su apartamento. Eran los tiempos difíciles de la Gran Carestía de 2074, por lo que el cultivo casero de cebollas, pimientos y repollos supuso una ayuda considerable a la escasez de alimentos, pero a la vez, un arduo y constante esfuerzo. Paliar sus molestias fue lo que llevó al señor Kauffmann a solicitar las rodilleras como regalo para su esposa.

Sin duda, y así lo consideró la señora Martínez, las bondades del producto se ajustaban a lo anunciado. Arrodillarse con estas protecciones colocadas debidamente era lo mismo que hacerlo sobre un colchón de plumas, por lo que si antes de su compra, diez minutos de trabajo hortícola eran suficientes como para dolerse de las rótulas, haciendo uso de las rodilleras podían transcurrir horas de plena comodidad y confort.

Fue así que una tarde, tras regresar de su turno en el Matadero 5, el señor Kauffmann, con una copa de brandy en la mano, se interesó por lo que en ese momento ocupaba a su señora, que no era otro trabajo que limpiar de malas hierbas su pequeño recuadro de cebollas. El caso es que fuera por la conveniente situación del hombre, la idónea posición de la mujer, su contento por las ventajas de las rodilleras y que el señor Kauffmann, picarón, hiciera una rima fácil con el vocablo ‘cebolla’, se dio inicio a una actividad que incluso momentos después fue trasladada al tálamo. A resultas de ello y tras descubrir insospechadas posibilidades, la vida conyugal del matrimonio se enriqueció hasta alcanzar niveles de ‘luna de miel’. Meses más tarde, el señor Kauffmann, invirtió algunos ahorros en la compra de unas nuevas rodilleras. Y es que las primeras, habían acabado destrozadas.

3 comentarios:

Óscar Maif dijo...

¿No te has planteado abrile un blog propio a estas estupendas secciones de «Maravillas del Mundo»?
Yo creo que ya se la han ganado, jefe.
Pero que eso no te distraiga de la novela, ¿eh?
;-P

José María García Toledo dijo...

Lo que digo, Sap. Una y otra vez emulando una verónica de gracia. Perdón, me pierde el lenguaje taurino. Y es que tiene gracia y calidad a partes iguales. Son las leyendas virtuales, Dios quiera, que premonitorias como has sido las de Orwell.

Hans dijo...

Ah, el encanto de los usos alternativos de los medios de producción...