sábado, mayo 23, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 03.

.


3

Julián de Capadocia, cuando sale a la calle en busca de interlocutores, se cuelga en bandolera un bolso infantil que fue de su hija Charito. Es un bolso con silueta de pera, y así lo llama él: "la Pera". En la Pera, aparte de la carga natural de llaves, cartera y paquetillo de pañuelos, Julián añade objetos a los que denomina "piezas de meditación". Como fijos, lleva una piedra, una pinza de tender la ropa y una bellota de encina; pero también recoge y guarda temporalmente, alguna hoja seca, el fragmento de una página de periódico o un zapato perdido de niño pequeño. En la Peña Deportivo-Cultural de la que es socio, conocen bien estos contenidos inverosímiles y los más guasones no se ahorran comentarios cuando le ven entrar en compañía de Zaratustra: "¿Qué, Julián, te has decidido ya a cambiar tus cachivaches por cuarto y mitad de jamón envuelto en papel de aluminio, hombre?"

Julián de Capadocia es ajeno a estas bromas, y "haciendo oídos sordos", deposita sobre la mesa de los jugadores de dominó, su piedra. "¿Sabéis de dónde viene esta piedra? Pues nada menos que de Pompeya, del muro de alguna casa que fue sepultada por las cenizas del Vesubio, ¿no os parece asombroso? Esta piedra, que como toda piedra no posee la facultad de desplazarse por sí misma, ha viajado gracias a la mano humana, cambiando del lugar que ocupaba a otro lugar dos mil años después. ¿Y qué representan dos mil años en la cronología geológica? Pues absolutamente nada; solo viene a demostrar que nada permanece quieto ni ajeno al cambio y que las velocidades de los mismos son una cuestión subjetiva, supeditada al ojo del observador"... Ante estos acostumbrados parlamentos, poca atención prestan los jugadores. Julián recoge entonces su piedra, la guarda en la Pera y se acerca a la barra. En cuanto Pascual, el camarero, se ha girado, percibe que Julián ha puesto sobre el mostrador su pinza de tender la ropa. 
.

domingo, mayo 17, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 02.

.


2

Julián de Capadocia es viudo. Estuvo casado con Rosario (Charo) Úbeda Martín. No se puede decir que Julián de Capadocia viva solo, pues le acompaña Zaratustra, su perro negro, con el que comparte un piso cuyas estancias, salvo la cocina, un baño y su propio habitáculo, las ha ido clausurando. Esta habitación la ha transformado Julián en una celda monacal. Su mobiliario se compone de una cama de 90, una mesita de noche, un viejo pupitre escolar, una silla y un pequeño armario ropero. En la pared hay una balda donde coloca sus cinco libros. Sobre el pupitre dispone su ordenador portátil. Cuando no entra luz natural por la ventana, la habitación se ilumina con una lámpara de pie. En la estantería, como decimos, reposan cinco libros: un Quijote, una selección de Diálogos platónicos, "El mundo como voluntad y representación" de Schopenhauer (2 tomos) y una antología poética de Antonio Machado.

Julián de Capadocia es padre de Charito (37) y Diógenes (34), de los que recibe visitas alternas los domingos por la tarde. Sus hijos le traen pasteles, túpers con croquetas y alguna ropa cuando la precisa. El caso es que cuando se marchan, apenas una hora después, Julián se siente aliviado y hasta Zaratustra emite un placentero bostezo desde su retiro en el lavadero. En la última visita, Diógenes y Mariloli, su esposa, le comunicaron que pronto será abuelo, una noticia que llenó a Julián de pensamientos sombrios, pero que supo disimular bien con un abrazo a ambos. Charito, no; Charito no parece tener ganas de reproducirse, aunque en alguna ocasión manifestó su interés por la inseminación artificial. Es funcionaria de Correos y comparte su vida con una compañera. Charito es la depositaria de todo cuanto escribió su padre, pues hemos de saber que Julián de Capadocia hace años que renunció a su vicio por la escritura.
.

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 01.

.


1

Julián de Capadocia (en el siglo, Julián Ruiz Bechamel) es un prejubilado de Telefónica que se hace acompañar de un perrazo negro al que llama Zaratustra, animal al que nadie ha escuchado jamás ladrar ni ha visto salir de un letargo permanente. Julián de Capadocia es socio de la Peña Deportivo-Cultural de su barrio y a ella acude para jugar eventuales partidas de dominó o de tute con el fin de pegar la hebra con cualquiera que se ponga a tiro. Si no encuentra interlocutores en la mesa de juego, se acoda en la barra con la pretensión de darle palique a Pascual, el camarero, mientras le sirve un sencillo tinto con sifón acompañado de un platito de altramuces. En efecto, Julián de Capadocia tiene fama de pelmazo insuperable y todo el mundo le huye, por lo que vive en un aislamiento perpetuo, solo paliado por desconocidos que descubren un inicial interés en su conversación.

Es por tanto en la calle, en los mercados y mercadillos o en las consultas médicas del Centro de Salud donde, a la manera socrática, Julián echa sus redes y espera con paciencia a que alguien decida responder a una primera pregunta con la que iniciar la charla. Para arrancar, una de sus cuestiones favoritas es la siguiente: "¿Es la muerte la única certeza, más allá de la propia conciencia cartesiana, donde podemos aferrarnos y edificar sobre ella la verdad?" Ante la pregunta, la mayoría de interlocutores intenta zafarse empleando mil argucias, pero, con un poco de suerte, Julián de Capadocia halla a otros bien dispuestos al intercambio de pareceres e incluso, llegado el momento, se animan tanto a invitarle a un tinto con sifón para continuar el diálogo como a prodigar algunas caricias al siempre estoico Zaratustra.
.