miércoles, enero 14, 2015

Damero Mardito, nº 64 (enero)

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LA EXPIACIÓN DE PARREÑO

Fueron al menos dos años los que dedicó Lorenzo Parreño a decidir qué instrumento musical aprendería a tocar en el Conservatorio de su ciudad, Jaramilla. A todos los que examinó les fue encontrando una pega: el arpa era aparatosa, el oboe necesitaba de mucho soplar, el violín era complicado, el pífano un poquito cursi... y él lo que quería, lo que necesitaba era algo contundente que le ayudara a aliviar sus tensiones y a aminorar la angustia vital que lo iba invadiendo día por día; así que finalmente se decidió por el bombo. "Un buen bombo y una buena maza es cuanto me hace falta” —se dijo— “Ah, y un frac para cuando me haga músico de verdad".

Fue así que matriculado en las clases de percusión, se especializó al cabo de un lustro en el aporreo del dichoso bombo, instrumento con en el que confirmó que había encontrado salida a sus pesares. Así que cuando, formando parte ya de la orquesta filarmónica de Jaramilla, emprendió por vez primera la partitura de la Novena de Beethoven, golpeó con tanto entusiasmo el bombo, que en cada nota vertió con creciente brío muscular su preocupación por el cambio climático del planeta, por los refugiados de las guerras, por la explotación laboral de los niños en el Tercer Mundo, por la trata de blancas por parte de las mafias eslavas... Cada golpe de la maza percutía en el parche con doblada fuerza y lo hacía congestionarse; la cara roja y la calva sudorosa fueron señales preocupantes de un próximo colapso, lo que obligó al director a detener la ejecución de la obra ante la estupefacción del público.

--¡Pero por favor, Parreño, aténgase a la cadencia que marca la partitura porque de seguir golpeando así el bombo se nos va a desgraciar!

--¡Calle, calle y continuemos, don Federico (don Federico fue el director invitado en la temporada de conciertos de 2027) se lo pido por favor! ¡Mi bombo y yo hemos venido al mundo a redimir los pecados de los hombres!

Y dicho esto y en vista de que Lorenzo no deponía su actitud, don Federico agitó de nuevo la batuta y la sinfonía se retomó con golpes de bombo cada vez más fuertes: "¡Por la codicia de muchos, por el egoísmo de los poderosos, por la injusticia de quien debería impartir justicia!" salmodiaba Lorenzo a grito pelado, llevando tanto a sus compañeros como al público por medio del ensordecedor aporreo  a una catarsis que acabó en aullidos de exaltación y que al terminar la obra de Beethoven, como en una sesión de santería caribeña, hizo que el bombo siguiera resonando a los compases de la "Marcha Radetzky" con el público enfervorecido, presa de la histeria colectiva y con un Lorenzo Parreño que con los nudillos descarnados y los ojos fuera de las órbitas, seguía gritando con cada golpetazo: "¡Yo soy la voz que clama en el desierto!, ¡yo soy el camino, la verdad y la vida!¡Bienaventurados los que tienen hambre porque ellos serán saciados!"

Cuando finalmente, el bombo quedó destrozado a mazazos y Lorenzo Parreño, víctima de una embolia, evacuado del escenario por los servicios médicos de urgencia, la interpretación del tema “El relicario” del maestro Padilla, tranquilizó a espectadores y ejecutantes y pudo seguirse el desarrollo del programa sin mayor contratiempo. Sobre el escenario, entre los contrabajistas y un señor que tocaba el xilófono, quedó el bombo de Lorenzo, que hecho astillas y con el parche ensangrentado como un tambor de Calanda, daba cuenta de lo acontecido durante aquella velada musical cuyo recuerdo se desvaneció como un sueño a los pocos minutos.


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¿Que dónde conseguir el Damero de este mes? Pues como siempre, en su kiosco habitual y gratis total, pinchando aquí: El Damero del Vecind(i)ario.

Solución al Damero anterior (nº 63)
A. Derogan, B. Ondeas, C. Ungirás, D. Grafiosis, E. Lamparón, F. Alumbrar, G. Somera, H. Payazo, I. Ramplón, J. Efebo, K. Sordao, L. Tuyos, M. Óperra, N. Náyade, Ñ. Inglesia, O. Majorera, P. Payés, Q. Amanda, R. Chiclán, S. Turrón, T. Omisa.

Acróstico: Douglas Preston, "Impacto". 

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lunes, enero 05, 2015

2014. Resumen del año lector.

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Para algunos ojos ajenos, pertenezco a ese grupo de codiciosos que anota en un cuaderno las lecturas que se van sucediendo en el año y escribe junto al título del libro y el nombre del autor, si se trató de una relectura, si el libro lo saqué de la biblioteca, si lo leí en formato electrónico… Pero no creo que nada de esto lo haga por codicia (aunque en la compulsión lectora se adivine una neurosis de coleccionista, una neurosis más que podría corregir un psicólogo competente) sino como constatación de cuán frágil es la memoria y, hasta llegado el caso, cómo lo trastabillea todo.

Leyendo listas de años pasados, el asombro no cesa al advertir que de la mayor parte de lo leído no recuerdo nada. Libros enteros quedan resumidos en una escena, en el gesto de un personaje o en una línea de diálogo. ¿Dónde queda lo demás, se almacena en algún sitio? Confío en que toda esta sustancia que no recordamos --que se va depositando como una especie de limo en el fondo de un charco-- sea la materia de la que estamos formados.

Hala, pues a ver quién tiene estampitas repes...


Lecturas de 2014

1. “El coronel no tiene quien le escriba” Gabriel García Márquez.
Relectura. Para mi asombro, conserva toda la frescura de la primera y segunda vez.

2. “Doña Perfecta” Benito Pérez Galdós.
Relectura. Novela de tesis de Garbie y por tanto con personajes estereotipados y grandes dosis de cartón piedra de las que carecen las posteriores Novelas Contemporáneas.

3. “Demasiada felicidad” Alice Munro.
Mi estreno con doña Alicia me dejó demasiadamente frío.

4. “Walden” H. D. Thoreau.
La pregunta es: si este hombre se encontraba tan a gustito solaina en su plan de Juan Palomo, ¿cómo que volvió a la civilización?

5. “Itálica y los italicenses” Antonio Caballos Rufino.
El mejor ensayo para conocer la camarilla bética que se organizó en torno a Trajano y Adriano –emperadores ambos con premio–, ilustres nativos del lugar. Imprescindible para el curioso del tema.

6.“En la orilla” Rafael Chirbes.
Hasta ahora, el gran novelón de la crisis que soportamos. Punto pelota. Su lectura llega a ser dolorosa.

7. “El aguador de Sevilla” Francisco Robles.
Dos intrigas paralelas en torno a Velázquez. Para echar el ratillo.

8. “¿Esto es paranormal?” Richard Weisman.
Bueno, un poco de desengrasante nunca viene mal.

9. “Un día de estos” José Iglesias Blandón.
El autor escribe tan bien cuando se pone en plan realismo sucio americano, que a veces es difícil entenderlo.

10. “El hermano bastardo de Dios” José Luis Coll.
Relectura. Agridulce material memorialístico del que fue pareja de hecho de Tip.

11. “El beso de la mujer araña” Manuel Puig.
Me temo que el tiempo ha triturado la historia que plantea.

12. “Dos viajes en automóvil” Miguel Delibes.
Delibes es casi siempre caballo ganador. A través de estos dos viajes (año 80) por Alemania y el Benelux, se constata por comparación, cuánto ha cambiado este país nuestro desde entonces.

13. “El túnel del tiempo” Murray Leinster.
Una novela que se agotó en las diez primeras páginas.

14. “La taberna” Emile Zola.
Tremendismo naturalista en estado puro en una tensión que no decae ni un segundo. Novelón.

15. “Tres historias de fantasmas” Susan Hill.
El gusto y maestría de los british por las ghost stories se percibe aquí pero de manera irregular. Una historia me gustó, las otras dos, no.

16. “14” Jean Echenoz.
Bueno, sí. Pero tampoco para tanto, ¿no?

17. “Diarios, 1” Iñaki Uriarte.
Divertidas reflexiones y vivencias de un señorito donostiarra en toda regla.

18. “El mar” John Banville.
Gran novela. A los que ya nos alcanzó el tiempo, su lectura nos puede dar en to el bebe.

19. “Los adioses” Juan Carlos Onetti.
Bueno, sí, también, estooo… Decididamente, tengo un problema con Onetti.

20. “El héroe discreto” Mario Vargas Llosa.
Un Vargas Llosa “asequible”. El tercio final posee una estructura de culebrón que mosquea, pero que luego se juzga ineludible.

21. “En busca del unicornio” Juan Eslava Galán.
Muy divertida novela. Muy conseguida parodia en forma y lenguaje de algún cronista de Indias.

22. “Moby Dick” Hermann Melville.
Ochomil veraniego. Me interesó más la parte enciclopédica sobre cetáceos, que las peripecias del pelma de Ahab.

23. “Las preguntas de la vida” Fernando Savater.
Horrendo título para uno de los mejores libros con que tropecé este año. Dirigido a estudiantes de bachillerato, mi plena burrez en materia filosófica agradeció mucho esta inmersión. Merece relectura con boli y libreta al lado para completar los “ejercicios” que propone este epicureísta de trasojado mirar.

24. “La piel de zapa” Honoré de Balzac.
Con Balzac nunca se falla. ¿Cuántos han chupado de su ubérrima teta (que en vez de leche merengada daba tinta china)?

25. “La vida eterna” Fernando Savater.
Complemento perfecto para Las Preguntas de la Vida citadas más arriba.

26. “Los filósofos” Ted Honderich.
Manual biográfico de la Oxford University. Salvo algunas figuras, pestiñazo para el profano.

27. “Los cuerpos extraños” Lorenzo Silva.
La más floja de las entregas de la parejita Bevilacqua/Chamorro.

28. “En las cimas de la desesperación” Emil Cioran.
Se pueden calificar de irrefrenables las ganas que le asaltan al lector de despeñarse tras subir a esas cimas.

29. “Bestiario” Julio Cortázar.
Relectura para conmemorar el centenario. Se contienen tres o cuatro cuentos imprescindibles para el hombre modenno.

30. “El libro de las últimas cosas” John Connolly.
Versión negra de varios cuentos de hadas entrelazados. El autor es un petulante.

31. “Los hombres mojados no temen la lluvia” Juan Madrid.
La mejor novela negropolicial del año.

32. “Los liberales” Francisco García Pavón.
Relectura de una coleccioncilla de relatos deliciosos sobre un tiempo ido e irrecuperable.

33. “Mira por dónde” Fernando Savater.
Relectura. La parte dedicada a la infancia y adolescencia de esta autobiografía es otra delicia. Un verdadero canto a los placeres de la literatura y los tebeos.

34. “La filosofía contada con facilidad” Javier Sádaba.
Más bien, debió titularse “La filosofía contada con sosería”.

35. “Viaje al final de la noche” Céline.
Tras un principio trepidante –digamos que 100 páginas– la novela se convierte en un muermo indecible.

36. “Spinoza: filosofía práctica” Gilles Deleuze.
No me enteré de un solo renglón. Nada en absoluto. Frustración completa ante mi tito Benito.

37. “Dora Bruder” Patrick Modiano.
Primera toma de contacto con este hombre, recién nobelizado. Si te gusta Auster, te gustará Modiano. Y a mí me gusta Auster.

38. “Memorias encontradas en una bañera” Stanislaw Lem.
Rollazo completo. La terminé solo por comprobar en qué grado se puede llegar a aburrir a un bienintencionado lector.

39. “El balcón en invierno” Luis Landero.
Junto con la de Chirbes, la mejor novela española del año. Siento por Landero un afecto especial.

40. “Las armas y las letras” Andrés Trapiello.
Imprescindible y esclarecedora para conocer a los autores de la literatura que se hizo en la República y durante la Guerra Civil.

41. "Mi tío Oswald” Roald Dahl.
Algo repetitiva al final, nada iguala a esta cachondez delirante.

42. “Las Historias Naturales” Joan Perucho.
Aquí hay tela que cortar. Realismo mágico mezclado con erudición borgiana y camelo socarrón.

43. “El Giocondo” Francisco Umbral.
Retrato terrible de la beautiful people matritense de finales de los 70. El asunto a tratar es indiferente con Umbral. Nadie ha cronificado como él.

44. “El molino de viento y otras novelas cortas” Camilo J. Cela.
Había que tener muy poca vergüenza para dar a la estampa chuminadas de tal calibre después de haber escrito tres o cuatro obras imprescindibles de la lite española.

45. “La felicidad de los pececillos” Simon Leys.
Agradable, ligera. Me esperaba un poco más.

46. “En el café de la juventud perdida” Patrick Modiano.
No sé. Me ha resultado como un poco más de lo mismo. Entiendo que ser parisino es un plus muy valioso al enfrentarse con Modiano. El Street View, también.

47. “En casa” Bill Bryson.
Interesante repaso de la historia de la vida privada  doméstica (anglocentrista) a través de los enseres domésticos. Un exceso de ‘parece que’, ‘se cree que’, ‘puede ser que’, lastra la fiabilidad de tanto dato inverosímil. En todo caso, Bryson, y salvo pasajes algo áridos como los dedicados paradójicamente a los jardines, es siempre entretenido.

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De todos los títulos y dejando aparte las relecturas, el podio de este año lo ocuparían:

“Las preguntas de la vida" Fernando Savater.
"El balcón en invierno" Luis Landero.
"En la orilla" Rafael Chirbes.

Por contra, el premio "Babuchazo de Muermo Triple Cero" va dirigido aaaaa:

“Memorias encontradas en una bañera” Stanislaw Lem.
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