domingo, julio 19, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 11

.


11

Ha sido producto del azar el que nuestras investigaciones nos hayan llevado hasta D. Ricardo Albito del Socorro, la persona que, por fin, nos ha desvelado el origen del Capadocia con que, a manera de apodo, nuestro biografiado es conocido en su entorno e incluso ha firmado sus trabajos. Puestos en contacto con el cordial sr. Albito, nos lo narró así en conversación telefónica mantenida durante la pasada Fase 2 del Estado de Alarma:

"En efecto, coincidí con Julián en el instituto de nuestro pueblo, Vitigudino, en la provincia de Salamanca, recién inaugurado por entonces... Sí, sí, el instituto Ramos del Manzano. Lo inauguraron en 1971... Allí compartimos aula hasta 2ª de BUP, pues tras ese curso, la familia de Julián se marchó no sé a dónde, si a Madrid o a la parte de Levante. El padre estaba relacionado con el negocio del vino, creo recordar... No, hasta entrar en el instituto no lo conocí, no vivíamos cerca; fíjese que Julián vivía en la calle Caño y yo en la calle Amparo... Sí, allí en el instituto tuvimos de profesor de Lengua y Literatura a don Fulgencio, un lagumán que nos hacía leer por trimestre alguna novelita selecta de la literatura española. Así fue que, cuando leímos la de Galdós, "El doctor Centeno", descubrimos que el perro de la pensión donde se alojaba el protagonista se llamaba nada menos que Julián de Capadocia. Esto produjo mucho pitorreo y no hizo falta mucho esfuerzo para adjudicarle el mote a Julián Ruiz Bechamel, nuestro compañero... No, él no era nada popular ni apreciado, siempre andaba por ahí solo, ensimismado en sus cosas. Un grupito de la clase incluso lo maltrataba mucho. De hecho, fueron los que le pusieron el mote, claro... Se apoyaba en mí, que era el único que le ayudaba, porque Julián no era muy buen estudiante, ¿sabe? Él estaba siempre con lo suyo, mirando hormigas o mirando nubes, o se pasaba el tiempo de recreo observando en silencio una piedra a la que daba vueltas en la mano... No, no, ni deportes, ni pandillas, ni chicas... Mire, recuerdo que una vez, de camino a casa, me dijo una cosa que entonces me impresionó y en la que todavía pienso; me dijo, dice: "Mira, Richard (a mí me decían Richard), el ser es y la nada no es; por lo tanto, el ser es uno, imperecedero e inengendrado, ¿es que no te das cuenta?" Impresionante, ¿verdad?... Sí, sí, así es; le daban muchos zarrapazos al pobrecito, eran muy abechucos, muy cafres... Entonces, de verdad, ¿sabe usted algo de Julián? ¡Cuánto me gustaría volver a verlo!..."

Conseguida la información que nos interesaba nos vimos obligados a poner freno a la locuacidad de don Ricardo, porque incluso nos llegó a ofrecer buenos precios si visitábamos su negocio de saneamientos y cristalería de la calle... ¿Honda, Fonda, Ronda? Vaya, se nos ha olvidado.
.

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 10

.


10

La noticia de que pronto sería abuelo, sumió a Julián de Capadocia en el desconcierto teniendo en cuenta que había educado a sus hijos, Charito y Diógenes, en la idea de la antiprocreación asumida tras sus lecturas de Cioran. El malestar generado por esta información no quiso comunicárselo a nadie salvo a Pascual, el camarero de la Peña Deportivo-Cultural de la que es socio. "Mire, señor Julián, déjese de tontás, porque en cuanto tenga a su nieto o nieta en los brazos, se le caerá la baba de gusto". "Sí, ya lo sé; pero esto es una natural consecuencia a posteriori, Pascual. Lo que me molesta es el a priopri, la voluntaria decisión que han tomado mi hijo y su mujer de traer un nuevo humano a este manicomio que orbita alrededor del sol. Es una irresponsabilidad propia de demiurgos caprichosos", contesta Julián de Capadocia dando el primer sorbo a su tinto con sifón y pensando a la vez que esta nueva criatura puesta en el mundo le restará tiempo para atender a su perro Zaratustra y a sus meditaciones. "Esto no es más que una vulgar trampa sentimental", concluye tomando un altramuz del platito que le ha ofrecido Pascual.

A Julián le van perturbando las ideas opuestas que se entrecruzan en su cabeza y apenas concilia el sueño. Tener un nieto en los brazos, como le dice Pascual, va a hacer tambalearse el edificio de sus convicciones, por lo que sopesa en última instancia hasta rechazar su futuro estado. "Pero sería monstruoso repudiarlo. Lo que sí se prueba, sin embargo, es que seguimos adelante como especie a base de coacciones romanticoides. Yo no pedí ser abuelo, en cambio, con la mercancía que ponen en mis brazos o al fondo de una cuna, me callan la boca". Sí; lo está pasando mal Julián de Capadocia porque no gusta de dejarse arrastrar por las circunstancias y porque sabe que, de aquí a poco, deberá corregir por la parte que le toca uno de sus aforismos más categóricos: "¿Qué somos?: una conciencia elaborada en un cerebro. ¿De dónde venimos?: de un azaroso proceso de evolución. ¿Adónde vamos?: a la aniquilación".
.

martes, julio 07, 2020

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 09.

.


9

Ya se apuntó en este estudio que Charito, la hija de Julián de Capadocia, es la depositaria de cuanto escrito generó su padre hasta el momento en que este decidió ser ágrafo. Ciertamente, Charito guarda toda la documentación perfectamente clasificada en carpetas y archivadores, etiquetado todo con rótulos elaborados en cinta Dymo; pero, ay, a pesar de su cuidado, Charito muestra muy poco interés por su contenido. "¡Bah, son cosas de mi padre!" es lo que responde a quien pregunta por ellos. Sin embargo, su compañera sentimental y de piso, Esmeralda Carrique, desarrolló un gran interés por estos papeles en cuanto comenzó a leerlos. Y no solo eso, sino que con el tiempo, llegó a convertirse en una experta en la obra del que podríamos llamar su suegro. Tanto es así, que la locuaz Esmeralda es la que nos proporciona material de suma importancia para pergeñar estas notas biográficas, extrayendo y fotocopiando manuscritos y opúsculos que consideramos de notable importancia.

Esmeralda, a la sazón, profesora de Lengua y Literatura en el IES "Daniel Taganana", aparte de admiradora, siente un profundo aprecio por Julián y lo pasa muy bien durante las visitas que en domingos alternos hace junto a Charito (Charito se turna con su hermano Diógenes). Esmeralda es una mujer animosa, alegre, dicharachera, que llena de besos tanto al perro Zaratustra como a nuestro hombre en cuanto traspasa la puerta como un ciclón de vitalidad y que prepara la merienda mientras hija y padre resuelven algún asunto familiar. Después, ante las tazas de café y los pastelillos, no deja de insistir con arrumacos a Julián en que vuelva a la escritura utilizando trucos como el no saber por qué detuvo una disertación sobre el verdadero sentido de la palabra "eudaimonia". En todo caso, Julián de Capadocia, le da largas gruñendo apenas y alegando razones poco consistentes. "Ya he escrito todo lo que tenía que escribir, ahora solo me apoyo en mis piezas de meditación", dice con seriedad, lo que provoca nuevas protestas de Esmeralda y que Charito, refunfuñe: "¡Pero qué pesados sois los dos!"

Lo que no sabe Julián de Capadocia (pero nosotros sí, porque nos lo confesó nuestra informadora) es que Esmeralda descubrió, mientras efectuaba una limpieza a fondo del cuarto de su suegro, un pequeño cuaderno de pastas amarillas escondido bajo la cama con anotaciones de pocos días antes. "¡Julián ha vuelto a la escritura!", pensó con contento y leyó con rapidez cuanto pudo. La última página escrita la llenó de asombro. Julián de Capadocia, había tachado con trazo enérgico uno de sus aforismos más lúgubres: "No hay problema lo suficientemente grave que no lo arregle metro y medio de soga". Bajo él, con letra temblorosa, aparecía un renglón: "Esmeralda es la luz de mi vida"... Esto es un secreto que solo conocemos Esmeralda, nosotros y ahora ustedes, lectores de estas notas.
.

Notas para una posible biografía de Julián de Capadocia, 08.

.


8

No hace falta consignar que la vida que lleva Julián de Capadocia, a resultas de los onerosos gastos que le supusieron la enfermedad de Charo, su esposa, y el ingreso de Diógenes durante un semestre en un sanatorio mental, es muy austera. Incluso espartana. En todo caso y, humano al fin, Julián de Capadocia se ha permitido algún capricho que otro, y así, tenemos constancia de que en 2003 se compró un acordeón, mientras que en 2010 adquirió unos prismáticos. Ambos objetos incongruentes, de los que se aburrió pronto, le sirvieron para elaborar algunos pensamientos que posteriormente recogió en un opúsculo autoeditado, "Tan cerca, tan lejos" —un ejemplar obra en nuestro poder—, que intentaba vender a los viandantes que se interesaban por su charla. Uno de ellos, uno de estos paseantes a los que captó mientras miraba el escaparate de una zapatería, fue el célebre literato Antonio Muñoz Molina, que quedó estupefacto al escuchar el origen del título de su obrita: "Mire, señor Muñoz, de la misma manera que las manos del músico se acercan y se alejan conforme estira o contrae el fuelle del acordeón, la realidad se contempla cercana o lejana según nos coloquemos los gemelos ante los ojos". El autor ubetense, en cuanto tuvo la plaquette que Julián había extraido de la Pera, soltó su óbolo y marchó meditabundo, sin duda desconcertado.

Este mercadeo ayuda no poco a la exigua paga que como prejubilado de Telefónica, y una vez deducidos los gastos de las deudas contraidas, Julián percibe cada mes. Por lo demás, y como decimos, su vida se desarrolla modestísima en cuanto a hábitos alimenticios y suntuarios. Los llamados "Puntos Limpios" que hay repartidos por la ciudad lo abastecen de ropa, de calzado y aun de libros; y en cuanto a sustento, le resultan suficientes sus tintos con sifón y sus conservas, donde las latas de sardinas en aceite o con tomate, ocupan un lugar preferente. Eso sí, los mejores bocados siempre los reserva para Zaratustra, su fiel perrazo negro. Con él, no escatima ni un céntimo.
.