Primero lo acusaron de tomar el refresco demasiado frío. Luego lo pellizcaron porque el refresco se había calentado. Le venían por ambos lados. La madre por la derecha y el padre por la izquierda. Frente a ellos y en un cochecito, su hermano pequeño mordisqueaba un muñeco de goma ajeno a todo. Luego derramó el vaso y le pegaron en el culo. Un matrimonio de padres jóvenes que intercambiaba miradas de rencor buscando el fresco de la noche. En la terraza del bar el niño soportaba la sucesión de tirones de pelo. Cualquier movimiento, cualquier gesto, era censurado con severidad. La discusión entre los padres porque comía o dejaba de comer acabó con un nuevo pellizco que le llegó bajo la mesa. El hermano pequeño chupeteaba su juguete. Seguía el castigo hasta que su joven madre le gritó unas palabras. El padre se levantó provocando un entrechocar de platos y vasos. El niño finalmente rompió a llorar desconsolado escondiendo la cara entre los brazos. Su hermanito abría mucho los ojos achinados y pataleaba alegre. Su hermanito era apenas un bebé con síndrome de Down.
© Sap.
es.humanidades.literatura
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