En momentos reseñeantes como éste, en que me entra al copo una novela de Sándor Márai de tan especiales características, me gustaría convertirme en el amigo Coppelius (*) y redactar una reseña tal como esta obra merece (y necesita de sus conocimientos). Ante la imposibilidad del caso opto por servirla a pildorazos, técnica que posee para todos la ventaja de ser ligera de leer y, más todavía para servidor, de redactar.
—"Los rebeldes". Novela de 1930, remozada en 1988. Un año antes de su suicidio. El autor consideraba su obra magna los volúmenes dedicados a la dinastía de los Garren: "Los rebeldes", "Los celosos", "Los ofendidos".
—Un grupo de amigos, señoritos casi todos de la haute bourgeoisie de una ciudad húngara, acaban el bachillerato. Son Ábel, Béla, Tibor, Ernö, Lajos. En cuestión de semanas serán llamados a filas. En Europa se desarrolla la Gran Guerra. Incluiré como Berlanga, las palabras: Imperio austrohúngaro.
—Hay la descripción de un mundo oscuro, sucio, depravado, soterrada en toda la narración. Es el "mundo exterior" que han fabricado los adultos, sus odiados enemigos, sus mezquinos y falsos enemigos. En su círculo sólo dejarán entrar a un adulto, al decadente actor Amadé Volpay. (Mal hecho, muchachos.)
—La pronta pérdida que se les avecina del paraíso infantil, de la edad de la inocencia, los impulsa a seguir jugando. A acumular objetos inútiles en el almacén de una posada, a aprender de memoria párrafos en sueco, a encargar ropa estrafalaria: fracs de lona forrados de raso amarillo, por ejemplo. "Perseguir el fin en sí mismo" es la diversión.
—Juegos literarios. Escribir historias que empiecen forzosamente con la frase: "Esta tarde, cuando pasaba por delante del teatro, me encontré con un cardenal." Improvisan escenas teatrales que pueden llegar al paroxismo. Fuman, beben, roban, empeñan, frecuentan los cafés, son diletantes, pero a pesar de todo, temerosos del sexo. La presencia femenina en la novela es mínima.
—Ante la ausencia de padres, tíos y hermanos mayores, realizan su propio aprendizaje de la vida, libres del control familiar. Luego aparece el actor citado, el que precipitará fatalmente los acontecimientos. Las escenas en el teatro son sobrecogedoras, la guerra, en cambio, es un fragor muy lejano.
—Otro mundo aparte, sensato, es el de las mujeres: "Los hombres hacen la guerra para desertar del hogar y liberarse de las obligaciones y la necesidad de ganarse el pan."
—La sombra de Kafka la creo detectar en todo lo leído hasta ahora de Márai. Aquí el actor, el prestamista Havas, el gran personaje. Visualmente parece cine expresionista de Murnau. El Orson Welles que llevó al cine "El proceso" hubiera hecho una buena adaptación.
—Márai va entregando información al lector poco a poco, como si fuera soltando hilo a una cometa que finalmente se levanta y alza el vuelo, dando razón de ser a su forma y elementos que la componen. La causa de una carta en el bolsillo, de unas palabras, se van revelando a lo largo de los capítulos, encajando todo como una labor de punto de cruz. Maestría absoluta del bordado, dominio total de los recursos.
(Después de esta novela magnífica, vino el pinchazo en hueso que ha representado mi primer Coetzee "En medio de ninguna parte", insoportable un texto como éste, hiperelaborado y de un rebuscado vocabulario donde no falta el badulaque y el añublo. Abandoné en la página 80.)
—"Los rebeldes". Novela de 1930, remozada en 1988. Un año antes de su suicidio. El autor consideraba su obra magna los volúmenes dedicados a la dinastía de los Garren: "Los rebeldes", "Los celosos", "Los ofendidos".
—Un grupo de amigos, señoritos casi todos de la haute bourgeoisie de una ciudad húngara, acaban el bachillerato. Son Ábel, Béla, Tibor, Ernö, Lajos. En cuestión de semanas serán llamados a filas. En Europa se desarrolla la Gran Guerra. Incluiré como Berlanga, las palabras: Imperio austrohúngaro.
—Hay la descripción de un mundo oscuro, sucio, depravado, soterrada en toda la narración. Es el "mundo exterior" que han fabricado los adultos, sus odiados enemigos, sus mezquinos y falsos enemigos. En su círculo sólo dejarán entrar a un adulto, al decadente actor Amadé Volpay. (Mal hecho, muchachos.)
—La pronta pérdida que se les avecina del paraíso infantil, de la edad de la inocencia, los impulsa a seguir jugando. A acumular objetos inútiles en el almacén de una posada, a aprender de memoria párrafos en sueco, a encargar ropa estrafalaria: fracs de lona forrados de raso amarillo, por ejemplo. "Perseguir el fin en sí mismo" es la diversión.
—Juegos literarios. Escribir historias que empiecen forzosamente con la frase: "Esta tarde, cuando pasaba por delante del teatro, me encontré con un cardenal." Improvisan escenas teatrales que pueden llegar al paroxismo. Fuman, beben, roban, empeñan, frecuentan los cafés, son diletantes, pero a pesar de todo, temerosos del sexo. La presencia femenina en la novela es mínima.
—Ante la ausencia de padres, tíos y hermanos mayores, realizan su propio aprendizaje de la vida, libres del control familiar. Luego aparece el actor citado, el que precipitará fatalmente los acontecimientos. Las escenas en el teatro son sobrecogedoras, la guerra, en cambio, es un fragor muy lejano.
—Otro mundo aparte, sensato, es el de las mujeres: "Los hombres hacen la guerra para desertar del hogar y liberarse de las obligaciones y la necesidad de ganarse el pan."
—La sombra de Kafka la creo detectar en todo lo leído hasta ahora de Márai. Aquí el actor, el prestamista Havas, el gran personaje. Visualmente parece cine expresionista de Murnau. El Orson Welles que llevó al cine "El proceso" hubiera hecho una buena adaptación.
—Márai va entregando información al lector poco a poco, como si fuera soltando hilo a una cometa que finalmente se levanta y alza el vuelo, dando razón de ser a su forma y elementos que la componen. La causa de una carta en el bolsillo, de unas palabras, se van revelando a lo largo de los capítulos, encajando todo como una labor de punto de cruz. Maestría absoluta del bordado, dominio total de los recursos.
(Después de esta novela magnífica, vino el pinchazo en hueso que ha representado mi primer Coetzee "En medio de ninguna parte", insoportable un texto como éste, hiperelaborado y de un rebuscado vocabulario donde no falta el badulaque y el añublo. Abandoné en la página 80.)
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(*) Coppelius mantiene el blog del silente Signor Formica:
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1 comentario:
Ya merece la pena pasar a ver esta gente aunque sólo sea por conocer libros como éste. Y si encima el autor del blog escribe tan bien como Franscisco, el placer es doble.
Que sepas que te sigo. FELIZ Navidad, amigo sap.
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