"Variaciones en la dieta"
Consignadas ya aquellas hambrunas que a partir de 2086 asolaron todos los Sectores Ibéricos y que llevaron a la población a devorar sus mascotas, incluidos perros, hámsters y periquitos (véase Maravillas del Mundo, 3 del pasado mes de julio), abundaremos en un elemento que ayudó a paliar los sufrimientos de la privación haciendo la dieta un poco más abundante y variada. Aludimos al champiñón.
En efecto, en cuanto algunos avispados apreciaron la facilidad del cultivo de este hongo y lo comercializaron junto con los accesorios para tal industria, el éxito fue instantáneo. Se desató entonces una verdadera fiebre por su cría y para ello se habilitaron todos los espacios imaginables. En los domicilios particulares hasta los bajos de las camas fueron desalojados de cajas de zapatos, arcones con mantas y aparatos de hacer gimnasia para ubicar bandejas con tierra vegetal y aprovechar así tan beneficiosa oscuridad. También fue muy apreciada la humedad de los cuartos de baño, por lo que hasta los más inaccesibles rincones, tal esa terra incognita y molestísima que hay detrás del wc o del bidé, se ataluzó de humus donde en pocos días y sin cuidados aparentes, afloraban los ejemplares de champiñón en tan silencioso como delicioso burbujeo.
Con todo ello podía la necesidad perentoria de variar la dieta, por lo que fue tanta la afición despertada, que los propietarios de apartamentos en la playa y de adosados en la sierra no dudaron en permutar sus inmuebles por lúgubres sótanos que chorreaban humedad pero que producían quintales de hongos a velocidad pasmosa. Fue así que en el apogeo de esta fiebre micológica y por poner un solo ejemplo, al señor Rufino Yang, vecino de Nova Gades 27, le hizo multimillonario la venta de tres plazas de garaje que poseía en el subterráneo más hediondo de su ciudad, cada una de las cuales llegó a reportar diez kuadrakas diarias del mejor champiñón.
Pero como todo, al éxito fulgurante sucedió una decadencia tan sombría como la propia naturaleza del hongo. Tras el par de años en que el champiñón se constituyó en única guarnición para la carne de perro y las carpas de las charcas, cuando no en alimento exclusivo de los más desfavorecidos, el gobierno de Armenia Norte y hasta el mismo emperador de Río de la Plata, inundaron nuestro Sector a partir de febrero de 2088 del artículo que finalmente dio al traste con los champiñones. Nos referimos (lo recordarán todos) al luego despreciado cangrejo de río.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Pillar hongos en los pies, eso sí que era tener suerte
Publicar un comentario