miércoles, noviembre 11, 2009

"Los hombres que no amaban a las mujeres" Stieg Larsson


Empecemos con unos adjetivos:
Impresionante, insólita, inefable, asombrosa...
Sí. Pero ojo, que me refiero a la cantidad de café que llegan a beber estas criaturas suecas, que es sencillamente increíble. Ya sabía de la afición cafetera de los escandinavos pero nunca imaginé que podía ser tanta. Y si estas cantidades industriales que se reseñan en la novela toman los suecos, ¿qué será de los finlandeses, que según las estadísticas son el pueblo más cafetero del orbe ? No me lo quiero ni imaginar. De hecho, tras respirar y parpadear, tomar café es la acción más veces realizada al cabo del día por estos personajes. Después le sigue el sentarse en el "arquibanco" de la cocina. Tras ello viene el caminar, el trabajar, el comer sandwiches, el hacerse el sueco, el practicar la caidita de Roma y el hablar. En último lugar, ocupando el puesto sesenta y siete, se encuentra el reír.

Pues eso, beber café, sentarse en el arquibanco, beber café, sentarse en el arquibanco, beber café, sentarse en el arquibanco, etc. es uno de los ritmos más reiterativos que encontraremos en este novelón que se ha leído en el mundo con verdadera fiebre libresca. Sin duda era cosa de llamar la atención el ver sacar de los bolsos y mochilas el gordo librazo en las paradas de metro y autobús, en las consultas de la SS, en la playa y en la cola del paro a lectores, (pero sobre todo a lectoras que son las que mantienen viva la industria editorial), a las que le importaba un pimiento lo engorroso de manejar tal tocho. Como las mismas conductas ya las encontré asociadas a bodrios tan notables como El Código da Vinci o La sombra del viento, pues me dije, tate, tate que aquí hay tomate. Lo normal. Pero como a veces me siento benevolente, recordé que también el Quijote se leyó con interés y fue festejado entre todas las clases y edades, lo que junto a la liviandad de la versión electrónica hizo que me decidiera a emprender la lectura de este Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson, el escritor que no llegó a conocer su éxito porque un infarto lo mató tras subir a pie siete pisos de escaleras en el edificio de su editorial. ¡Seguro que el café tuvo mucha culpa! ¡y el no haber tenido cerca un arquibanco para descansar un ratito, también!

Bueno, yendo ya al lío, diré que la novela se fundamenta en uno de los más antiguos armazones, o sea, adivinar quién es el asesino de una mushasha. A tan vieja como efectiva idea, el autor sueco le ha dado varias manitas de pintura para adecuarla a los tiempos, y así habilita espacios para encajar esoterismos religiosos y mostrar las características de los últimos cacharros de tecnología punta, algo que dará mucha risa a los lectores de dentro de unos años. También como elemento pretendidamente actual aparece el mejor personaje del elenco, Lisbeth Salander, una anoréxica góticaneopunk con físico de preadolescente y privilegiado cerebro. Será ella la que aplique y reciba las altas dosis de violencia (violencia de cinematografía escandinava, tan suya) que de vez en cuando se despliegan en la historia. Para mi gusto, como digo, el elemento más interesante de la novela.

La trama se puede dividir en cuatro partes. Introducción con un episodio de corrupción financiera (cortito), caso policial a investigar (el largo meollo), vuelta a lo del tío corrupto (corto y tal vez lo más interesante) y epílogo chorra donde a lo mejor el autor echa las primeras miguitas de pan para que los incautos sigan el caminito del bosque que los lleva al segundo libro. No lo sé, pero desde luego no voy a perder un minuto en recorrerlo así me eche patanegra cinco jotas en vez de migas.

Así en cuatro líneas, la historia que plantea Larsson es la de un periodista caído en desgracia que es contratado por un potentado de la industria para que averigüe el paradero —¿huída, asesinato?— de su sobrina nieta, acaecido así como cuarenta años atrás. En la resolución del caso (que finalmente será solucionado aunque advierto que es muy fácil saber quién es el malo/a) el periodista tendrá como ayudante a Lisbeth, la extravagante andoba de los tatuajes. Con estas varillas construye Larsson el lío que ha formado, utilizando para ello una escritura sin complicaciones aunque empleando alguna que otra vez malas artes, como puede ser el omnímodo poder del narrador y la ocultación de información al lector, algo muy feo dentro del género negro y que haría agitar en su tumba el esqueleto de la Highsmith... Sin problemas. Como ya le dije a un amigo, si la novela de Larsson equivaliera a una pelota de tenis, unas cuantas páginas de la serie de Ripley de doña Patricia vendrían a ser un balón de Pilates.

Resumiendo, que Los hombres que no amaban a las mujeres, primero, me confirma que la sociedad sueca me atrae muy poco, siempre todos de mala hostia, incapacitados sus miembros para la sorna y cultivando una violencia soterrada pero de alta intensidad que junto a la malaje climatología, y ya se sabe que somos animales climáticos, hace que los únicos suecos simpáticos me sean Pippi Calzaslargas, Sigrid, la novia del Capitán Trueno y aquellas macizas de Abba. Aunque por otro lado, mucho ojo, me ha parecido una perfecta novela para cubrir uno de los más loables cometidos de la literatura, esto es, el entretenimiento, la pura evasión; pero en su caso, sin ningún otro valor añadido, lo cual, por supuesto, es perfectamente honorable. Literatura clase turista, literatura low cost. Una novela para leer, olvidar y regalarla porque no creo que merezca el espacio que ocupa tan gordo tocho ni que tenga sentido alguno el releerlo. Pero si alguien se siente con ganas de meterle mano, no se olvide de mí cuando le llegue a través de las páginas el divertido meneíto de beber café, sentarse en el arquibanco, beber café, sentarse en el arquibanco, beber café, sentarse en el arquibanco... verán que bien se lo van a pasar.

3 comentarios:

El Abuelito dijo...

Cosas que no me gustan: los suecos, el arquibanco, beber café, anoréxica gótica neopunk, cacaharros de tecnología punta.

Cosas que me gustan: el entretenimiento, la pura evasión.

Resultado: cinco a dos a favor del NO. Hay que aplazar su lectura unos años más (¡habiendo tanto por conocer...!)

MJ dijo...

Comencé a leérmelo para tener mi opinioncita, pero mi madre prestó el libro cuando sólo llevaba algunos capis. Eso que me he ahorrado.

jaguarfidel dijo...

Este tipo de novelas suecas me dan un poco de frío, ese frío que nunca se te pasa y que penetra en esa oscuridad que tanto tienen. Por lo tanto paso bastante de este tipo quedando ver si se puede como el difunto José Luis López Vázquez , alguna pibóna sueca por nuestras playas que no se ven.
Saludos.