lunes, junio 13, 2011

Maravillas del Mundo, 13

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Armas y succiones

A Joaquín Huguet.

El enorme éxito de ventas obtenido por el revólver que mostramos en una publicidad de la época, se debió a la necesidad de defensa que a causa de la Gran Hambruna de 2036 (con su trágico pico del mes de junio donde fallecieron casi 80 mil personas en el Sector Ibérico) tuvieron las mujeres en periodo de lactancia.

En efecto, tal era la carestía de alimentos que muchas madres, asaltadas en plena calle por hambrientos sin escrúpulos, eran obligadas a darles de mamar bajo amenazas dirigidas a sus bebés. Sólo la aparición de esta arma, al reducido precio de 1.275 Neokópecs, hizo posible que los rorros pudieran gozar del diario paseo en sus cochecitos sin que sus mamás se vieran importunadas, dejando a cada cual ejercer el derecho a comerciar con su propia leche.

En cualquier caso, fueron muchas las madres que sin mediar coacción accedieron a aliviar las penurias de más de un desgraciado. Y es que no hay nada como la educación para obtener lo que se desea, como bien muestra la crónica que firmada por Adelardo Pacharán apareció como carta al director en el diario "La Vocce" de Nueva Salteras:

“Nos dirigíamos a nuestros respectivos domicilios. Empezaba a anochecer. Mi amigo y yo nos encontrábamos algo achispados tras la visita a varias tabernas. Sorpresivamente, por la callejuela solitaria por la que transitábamos, vimos aparecer a una señora que empujaba un cochecito de bebé. A medida que se nos fue acercando, el tamaño de sus senos, henchidos y ubérrimos, nos hizo suponer que era madre lactante. A pocas neovertsas, las suficientes como para distinguir nuestra catadura, quedó paralizada por el terror. Tratamos de tranquilizarla y las buenas palabras que le dirigió mi amigo pareció conseguirlo. De hecho, dejó quieta la mano que se movía con urgencia como buscando una pistola en el bolso:


— Señora, ¿le importaría darnos de mamar? Es tanta nuestra falta de nutrientes y su bello rostro es tan perfecto reflejo de la caridad, que creemos imposible que se niegue…


(¡Los buenos modales! ¡No hay llave más poderosa para abrir todas las puertas. amigos!)

Así fue. Aquella bondadosa madre, a la que nuestra cortés actitud acabó por serenarla, accedió a nuestra petición y alejándose de la luz que proyectaba una farola nos instó a resguardarnos en un discreto zaguán. Allí nos acomodamos los cuatro. Procedió luego a asomar sus turgentes pechos tras desabotonarse la blusa y en turnos de cinco minutos nos fue dando de mamar a los tres (coincidió con la hora de toma del pequeñuelo) alternando sucesivamente uno y otro pezón de tal forma que si mi amigo o yo nos desocupábamos, entreteníamos al bebé haciéndole carantoñas y monerías. El caso es que tras aquella experiencia, que constata la fortaleza del vínculo que se establece entre una madre y el lactante, quedamos citados para otros días y a consecuencia de estos alimenticios encuentros, como en un camión de calabazas en que el traqueteo hace encontrar a todas acomodo, surgieron entre nosotros unos lazos que acabaron atándose de la mejor manera posible: Sin menoscabo de seguir mamando gratis hasta el final del ciclo, mi amigo se casó con aquella señora (era viuda de guerra) y yo fui padrino de ese niño al que bautizamos con el nombre de Vladimir y al que ipso-facto hicimos socio del club de nuestros amores.”

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Podrá encontrar más "Maravillas del Mundo" en este mismo blog utilizando el buscador que ponemos a su disposición en la esquina superior izquierda. No deje de ilustrarse sobre el futuro.
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4 comentarios:

Ángela dijo...

Pero qué morro tenían esos tíos. Si ya iban mamados, qué necesidad tenían de mamar más.

Hilarante

Joaquín Huguet dijo...

Precaución muy necesaria, amigo Sap, la de controlar a estos mocosos, pues ya se sabe la mala leche de los bebés. ¡Hábrase visto! ¡Querían la leche para ellos solos! Auguro una continuación a tu brillante historia, de indudable sabor neosoviético. El comisario de los pueblos del neosoviet encarcela a estos bebés acaparadores y obliga a sus ubérrimas madres a compartir sus donosos bienes con el glorioso pueblo soviético ibérico. El ronroneo o canciones de cuna es sustituido por coros de alabanza al ejercito ruso y los bebés desfilan marcialmente en sus paseos matutinos cantando hosanas al nuevo orden lactoso. ¡Amigo mío! ¡Qué mina has encontrado! En tus manos se encuentra el futuro de la revolución lactante. Fellini se habría revuelto en su tumba de pura envidia. ¡Io voglio una donna!

Ricardo Signes dijo...

He visto un modelo de esa automática en la colección secreta de Joaquín Huguet (conseguida -me dice- gracias a una promoción de puntos lanzada por "La Vocce" de Nueva Salteras) y me consta que en la cacha izquierda se oculta un receptáculo para bomba fétida y que mediante el seguro de la pistola se activa la modalidad mechero, regulable con una ruedecilla situada sobre el percutor, que en su ajuste máximo emite una llamarada capaz de disuadir al mamón más recalcitrante.

Anónimo dijo...

señor Sap, tu blog es una fuente constante de entretetenimiento, que es el verdadero espíritu de lo literario... ánimo y a dar más de si mismo! Saludos...