jueves, enero 13, 2011

"Riña de gatos (Madrid, 1936)" Eduardo Mendoza

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Anthony Whitelands, un inglés experto en pintura española, viaja a Madrid para tasar unos cuadros del duque de la Igualada, aristócrata que necesita dinero contante y sonante para poder huir con su familia de la convulsa España de la primavera de 1936...

Así comienza “Riña de gatos (Madrid, 1936)” la novela de Eduardo Mendoza galardonada con el último premio Planeta.

Debo confesar como mendocista que comencé su lectura con toda clase de prevenciones, no sólo por la opinión desfavorable de mi amiga Vichoff sino por el hecho de ser un premio Planeta —que aun con las correspondientes excepciones como puede haber sido, por ejemplo, “El jinete polaco” de Antonio Muñoz Molina, en mi opinión la novela más importante publicada en España al menos en los últimos 30 años, es una mater generatrix de bluffs— a lo que se sumaba la sospecha de que esta nueva entrega de Mendoza fuera a engrosar el desinterés de su postrera producción, en el que quise ver la típica decadencia del escritor prolífico que acaba repitiéndose y caricaturizándose hasta la saciedad (Auster, Saramago…) ¡Pero no, no ha sido así queridos lectores de este cutreblog! Afortunadamente mis temores fueron infundados, pues conclusa la lectura —en formato electrónico proporcionado por mi amigo Óscar Maif— entiendo que esta “Riña de gatos” es de lo mejor que he leído no sólo del barcelonés, sino de la última hornada literaria que cayó ante mis gafas.

Una novela no de humor sino humorística, pues en ocasiones se torna amarga y es sabido que sin un poco de acíbar no es posible cocinar el potaje del humorismo; una novela que en la misma medida que no desdeña todo el aparato de trucaje propio del folletín, la novela por entregas, la astracanada y el vodevil, presenta unos análisis del momento histórico tan agudos como sintéticos y, a mi juicio, certeros: Amenidad en los porqués, efectos, escenarios y personajes.

Y luego está el idioma, sin duda la clave de todo. Verdaderamente cómico a la vez que virtuoso el uso que de él hace Mendoza. Un lenguaje lleno de formulismos y cortesías, campanudo a veces, barroco otras, castizo en ocasiones, pero siempre de un devastador efecto cómico. Socarronería pura que recorre el libro de cabo a rabo y que articula tanto a las criaturas populares que por él transitan como a los más excéntricos y célebres históricos, desde Velázquez a Primo de Rivera. Lenguaje y trama que en más de una ocasión fueron capaces de arrancarme estentóreas carcajadas, algo por lo que estar agradecido hasta las cachas, pues ¿a cuánto se cotiza una acción de Carcajada, S. A. en nuestra actualidad y a estas alturas de la vida?

En definitiva, no se la pierdan. Si a pesar de todas mis perrerías, aún guardan Uds. hacía mí alguna confianza, no lo duden, háganse con “Riña de gatos” y disfruten de los placeres de la ironía (incluso dentro de la British tradition) que despliega en sus páginas el como digo, mejor Mendoza de los últimos tiempos.
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4 comentarios:

Fleischman dijo...

Vaya, me quitas un peso de encima. Me declaro mendocista acérrimo, así que con tu recomendación encararé la lectura sin miedo.

Óscar Maif dijo...

Qué alivio leerte... aunque tras la feroz crítica de la Vicho ya me excursioné un poco por los primeros capítulos y comprobé que todo iba bien, bastante acorde a lo que uno puede esperar de Mendoza (e incluso mejor de lo esperado).

Saluti!

Anónimo dijo...

Llevo 60 páginas y no me rindo, pero la novela me está desilusionando. Simple,y tengo la sensación de estar siempre en el prólogo. Por ahora lo mejor la escena en el tren,lo peor los personajes secundarios, la tal Paquita parece más salida de cualquier novela decimonónica.Vamos que tu con Merceditas lo has bordado. Pero lo dicho, mi opinión no es la definitiva, sigo con la lectura.Consuelo

El Abuelito dijo...

...aceptado su sabio consejo, pese a la desconfianza que -a mí también- me genera el Premio Planeta... Caerá, caerá esta Riña...